lunes, 25 de agosto de 2014

El lugar de Venezuela donde 8 de cada 10 personas tienen malaria

Nota previa: Este excelente artículo aparecido en el portal de la BBC Mundo creo que es importante de revisar, divulgar y discutir. La malaria es una de las aristas del desastre ambiental y social que actualmente se está produciendo en Guayana como consecuencia de la minería ilegal del oro. Este crimen contra las personas y el ambiente cuenta con muchos cómplices necesarios, tanto en la región como fuera de ella, pero todos los habitantes del país sufriremos tarde o temprano sus consecuencias. Alejandro




Imagen tomada de BBC Mundo


Daniel Pardo
Enviado especial de BBC Mundo a Sifontes

Jesús Cañas a duras penas puede hablar cuando le pregunto cuáles son los síntomas de la malaria. Tiembla, balbucea, se le cierran lo ojos.

"La luz me hace doler más", me dice el hombre de 48 años, que ha sido minero por 25 años en Bolívar, un estado en el remoto sureste de Venezuela.

Jesús ha estado infectado 54 veces, dice. Y su esposa, su hija y sus nietos también. Aunque menos veces.

La minería ilegal se ha disparado en los últimos 20 años en esta región y, según algunos epidemiólogos, ha generado una epidemia de malaria, una infección también conocida como paludismo que es trasmitida por un mosquito típico de zonas tropicales.

Venezuela prácticamente erradicó la enfermedad en los años 60 y 70 con un programa reconocido internacionalmente.

Pero el auge reciente de la enfermedad en Bolívar "amenaza al resto del país en regiones endémicas donde el mosquito puede volver a desarrollarse", como le dice a BBC Mundo José Félix Oletta, director de la Red Defendamos la Epidemiología (RDE).

La gente en el sur de Bolívar explica el auge de la malaria con una frase: "La minería puso bravos a los mosquitos".

Solo en 2014, unas 45.000 personas se han infectado en todo el país, según cifras oficiales. El año pasado la cifra llegó a 75.000.

Un minero se gana acá en una semana lo mismo que un profesional promedio se gana en la capital, Caracas, en un mes.

"Acá uno gana más de lo que gana allá afuera", dice Cañas. "Afuera tú ganas un salario mínimo; acá no".

Pueblos anaranjados
El foco de la enfermedad es Sifontes, un municipio de Bolívar donde ocho de cada diez personas tiene malaria, según las cifras de la RDE.

En las aldeas de Sifontes uno es minero, familiar de un minero o trabaja para los mineros.

Son pueblos caóticos, como el llamado Kilómetro 88, donde no hay objeto que no esté untado del barro que se traen los trabajadores de la mina. Son pueblos anaranjados.

Las compraventas donde los mineros venden el oro están en cada esquina, así como los bares y los prostíbulos (conocidos como "corruptelas") donde se gastan el dinero.

Cerca del Kilómetro 88 está Las Claritas, otro pueblo donde hace cinco años el gobierno construyó un hospital que todas las mañanas se llena de gente pálida y decaída.

Cientos de personas, la mayoría con sus botas embarradas, hacen fila para que les examinen la sangre. Su cuerpo les dice que el mosquito, el llamado anófeles, los volvió a picar.

Región endémica
Los que resultan positivo reciben un tratamiento gratuito.

Lo primero que suelen necesitar es suero intravenoso, porque pueden estar deshidratados por el vómito y la diarrea que genera la infección.

Después reciben los medicamentos para el tratamiento, cuya especificación depende del estado de salud del paciente y, sobre todo, del parásito que les infectó el mosquito anófeles.

En la región se encuentran todas las especies del parásito, conocido como plasmodium, que provoca la enfermedad de la malaria en humanos: falciparum, malariae, ovale y vivax.

"Alrededor del 70% de los casos en Sifontes son vivax y el resto falciparum", dice Jorge Moreno, un entomólogo que coordina la investigación para el Ministerio de Salud en Bolívar.

"El vivax no es mortal pero tiene los síntomas más fuertes, mientras que el flaciparum pasa inadvertido pero te puede matar", explica.

El gobierno dice que 10 personas mueren de malaria al año en Venezuela, pero la RDE contó 80 el año pasado.

"Hacen desarreglos"
Uno de los seis doctores del hospital de Las Claritas es Ralph Brown, proveniente de una de las comunidades indígenas de la región.

"El problema es que dos días después de sentirse bien, los pacientes abandonan el tratamiento", le dice a BBC Mundo.

"Se ponen a tomar, hacen desarreglos, no comen bien… relaciones sexuales, esa es una de las cosas que aumenta el parasitismo".

El hospital parece estar exclusivamente concentrado en responder a la epidemia de malaria, pero muchos de los pacientes se quejan de que no reciben el tratamiento adecuado.

La escasez de medicinas y los problemas hospitalarios que se reportan en todo el país producto de la crisis económica también llegan a este rincón de Venezuela.

Víctor Rivas, un doctor independiente que solía ser minero hace décadas, se gana la vida tratando enfermos de malaria entre una mina y la otra. El hombre tiene mucho trabajo.

Rivas explica que uno de los problemas de no terminar el tratamiento es que, incluso si el paciente se siente bien, el parásito no se va del cuerpo: por el contrario, dice, "se esconde en el hígado y los pacientes se convierten en portadores de la infección".

Por eso es que los pacientes cuyo examen sale negativo pueden aún estar infectados.
Aunque la malaria solo se puede trasmitir por la sangre, Rivas dice que muchos niños nacen acá con la infección, que está escondida en la sangre de los padres.

Por otro lado, explica, "si no completas el ciclo recomendado por el doctor, puede que te vuelvas inmune a la medicina".

Y añade, en una de sus diatribas contra el gobierno: "Es triste que en un pueblo con tanto dinero haya una epidemia como esta".

Paraíso para los mosquitos

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