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lunes, 12 de octubre de 2020

Una carta desde la Amazonía: uno destruye lo que no entiende


IMAGEN: CARL DE SOUZA / AFP


Por la enorme importancia que representa la Amazonía y los pueblos que la habitan para todos los ciudadanos tanto de los países amazónicos como de todo el mundo se transcribe esta carta que envía la líder del pueblo waoran Nemonte Nenquino a los presidentes de los países amazónicos. 

Tomado del País de España, para ir a la fuente original  marque aquí

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 A los señores presidentes de los nueve países de la Amazonía y a todos los líderes mundiales que comparten la responsabilidad del saqueo de nuestra selva: 

Me llamo Nemonte Nenquimo. Soy una mujer waorani, una madre y una líder de mi pueblo y la Amazonía es mi casa. Les escribo esta carta porque los incendios siguen quemando nuestra selva. Porque las compañías están derramando petróleo en nuestros ríos. Porque los mineros están robando oro (como lo han estado haciendo durante los últimos 500 años) dejando atrás piscinas abiertas y toxinas. Porque los invasores y extractivistas de tierras están talando los bosques vírgenes para que su ganado pueda pastar, sus plantaciones puedan crecer y el hombre blanco pueda comer. Porque nuestros ancianos están muriendo de coronavirus y, mientras, ustedes planean sus próximos movimientos para explotar nuestras tierras y estimular una economía que nunca nos ha beneficiado. Porque, como pueblos indígenas, estamos luchando por proteger lo que amamos: nuestra forma de vida, nuestros ríos, los animales, nuestros bosques, la vida en la Tierra. Y es hora que nos escuchen.

En cada uno de los cientos de idiomas diferentes de la Amazonía, tenemos una palabra para ustedes, los extraños. En mi idioma, el WaoTededo, esa palabra es “cowori”. Y no tiene por qué ser un insulto pero ustedes la han convertido en eso. Para nosotros esa palabra (y, de una manera terrible, su sociedad), significa: El hombre blanco que sabe muy poco para el poder que ejerce y el daño que causa.


Probablemente no estén acostumbrados a que una mujer indígena les llame ignorantes y, menos aún, en un escenario como este. Pero los pueblos indígenas tenemos algo claro: cuanto menos sepas sobre algo, menos valor tiene para ti y es, por lo tanto, más fácil de destruir. Y por fácil, quiero decir: sin culpabilidad, sin remordimientos, sin sentirse estúpidos e, incluso, con todo derecho. Y esto es exactamente lo que nos están haciendo a nosotros como pueblos indígenas, a nuestros territorios de selva tropical, y también al clima de nuestro planeta. 


Nos llevó miles de años conocer el bosque de la Amazonía. Entender sus formas, sus secretos, aprender a sobrevivir y prosperar con ella. Pero mi pueblo, el waorani, solo les conoce a ustedes desde hace 70 años (fuimos “contactados” en los años 50 por los misioneros evangélicos americanos), pero aprendemos rápido y ustedes no son tan complejos como lo es la selva. 


Cuando ustedes dicen que las compañías petroleras tienen maravillosas y nuevas tecnologías que pueden extraer el petróleo de debajo de nuestras tierras como los colibríes chupan el néctar de una flor, sabemos que están mintiendo porque vivimos río abajo de los derrames. Cuando dicen que la Amazonía no se está quemando, no necesitamos de imágenes de satélites para probar que están equivocados: nos ahogamos con el humo de los frutales que nuestros antepasados sembraron hace siglos. Cuando ustedes dicen que están buscando urgentemente soluciones climáticas y sin embargo continúan construyendo una economía mundial basada en la extracción y la contaminación, sabemos que están mintiendo porque somos los más cercanos a la tierra, y los primeros en escuchar sus llantos. 


Nunca tuve la oportunidad de ir a la universidad y convertirme en médica, o abogada, política o científica. Mis “pikenani” (autoridades tradicionales, ancianos sabios) son mis maestros. El bosque es mi maestro. Y he aprendido lo suficiente (y hablo mano a mano con mis hermanos y hermanas indígenas de todo el mundo) como para saber que han perdido el rumbo, que tienen un problema (aunque todavía no lo entiendan del todo) y que su problema es una amenaza para toda forma de vida en la tierra.


Forzaron su civilización sobre la nuestra y miren ahora donde estamos: pandemia global, crisis climática, extinción de especies, y, guiándolo todo, una pobreza espiritual generalizada. En todos estos años han estado sacando, sacando, y sacando de nuestras tierras y no han tenido el coraje, o la curiosidad, o el respeto suficiente para conocernos. Para entender cómo vemos, y pensamos, y sentimos, y lo que sabemos sobre la vida en esta tierra. Tampoco puedo enseñárselo ahora con esta carta. Pero lo que sí puedo contarles tiene que ver con miles y miles de años de amor por este bosque, por este lugar. Amor en el sentido más profundo de la palabra: respeto. Este bosque nos ha enseñado a caminar ligeramente, y porque le hemos escuchado, porque hemos aprendido de él y le hemos defendido, nos lo ha dado todo: agua, aire limpio, alimento, medicinas, felicidad, espiritualidad. Y ustedes están quitándonos todo esto, pero no sólo a nosotros, sino a todas las gentes del planeta y a las generaciones futuras. 


Es de madrugada en la Amazonía, justo antes del amanecer: un momento que, para nosotros, está destinado a compartir nuestros sueños y nuestros pensamientos más profundos. Así que aprovecho para decirles a todos ustedes: “La Tierra no espera que la salven, espera que la respeten. Y nosotros, como pueblos indígenas, esperamos lo mismo”. 


Nemonte Nenquimo es cofundadora de la organización sin fines de lucro dirigida por los indígenas Ceibo Alliance, la primera presidenta de la organización waorani de la provincia de Pastaza (Ecuador). La revista Time la eligió como una de las 100 personas más influyentes de 2020.

lunes, 17 de agosto de 2020

FUEGO EN LAS UNIVERSIDADES VENEZOLANAS

 

Incendio en la Biblioteca de la UDO


Diversos amigos me han preguntado por las causas del incendio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oriente, evento más reciente en una cadena de destrucción que incluye el incendio de la Biblioteca y el Aula Magna de esa universidad,entre otros daños. Ellos se preocupan y preguntan sí son hechos aislados.

Tristemente no es así.

Las Universidades venezolanas principalmente aquellas que representan el modelo de la institución autónoma, abierta y democrática han estado bajo un ataque sistemático y constante desde hace varios años. Un proceso que ha tenido características de un patrón tan persistente, metódico y que no es posible pensar en otra cosa sino que sea deliberado.

El método de destrucción usual es el estrangulamiento presupuestario. Instituciones que deben literalmente sobrevivir de sobras de un presupuesto muy por debajo de lo mínimo necesario para un funcionamiento decente. Asimismo, la descalificación y desprecio del personal docente a través de sueldos literalmente de hambre.

Por ello, las universidades van resistiendo sin ninguna capacidad de realizar nada más allá de la docencia en condiciones  muy precarias: Ésta realizada sin servicios (agua, electricidad, Internet, etc.) bibliografía, laboratorios , ni materiales, con instalaciones cada vez más desmanteladas, donde el cambio de un simple bombillo quemado o el arreglo de un baño dañado es una imposibilidad.

Por supuesto la investigación universitaria es una utopía. Sin financiamiento, apoyo o posibilidades de contacto directo con colegas en el exterior. 

Bajo ese contexto muchas instituciones van cayendo en un marasmo administrativo que se refleja en la desesperanza y la perplejidad de la mayor parte de la comunidad universitaria . Situación que sólo se ve punteada por los efectos heroicos de pequeños grupos de docentes, estudiantes y empleados que tratan de mantener el espíritu y misión de esas instituciones.

Pero ese listado de horrores dignos de un nuevo infierno de Dante no parece ser suficientes. Sobre ella se ha instalado un continuo saqueo, vandalismo y destrucción de las instalaciones universitarias. 

Las más afectadas han sido las universidades autónomas: UCV, ULA, LUZ, UC y la que ha recibido el daño mayor la UDO.

Otras universidades  también han sido golpeadas, pero nunca en la magnitud que lo han sido las autónomas.

En criminología se dice que un asesinato que presenta características atroces muy raramente es producto de un encuentro infortunado con un delincuente que no quiere dejar testigos o que la víctima enfrentó. Por lo contrario, suelen ser la consecuencia del odio y sed de venganza por parte del asesino. 

El dolor y la rabia aumentan cuando vemos las reacciones siempre tardías e insuficientes de las autoridades que tienen la obligación de proteger esos bienes que son de la Nación. Y por supuesto su total reluctancia a condenar de manera clara y contundente la destrucción y mucho menos a comprometerse a reconstruir y recuperar los bienes dañados.

Cuál será el efecto a largo plazo de esta guerra contra las universidades. Para regiones tan desasistidas como el Oriente del país la condena al subdesarrollo y a la pobreza al no contar con el ente regional que estudiaba y comprendía sus situaciones y planteaba soluciones válidas.

Para el resto del país, la consecuencia es el declive de las últimas instituciones democráticas, abiertas y tolerantes a todas las corrientes del pensamiento. Instituciones que han sido bastiones de resistencia a la imposición de los mecanismos de control y opresión. Un clavo más en el ataúd de la democracia.

Adicionalmente, desde hace años se conocía que la mayor cantidad de información científica en temas ambientales provenía de las universidades venezolanas. Sin este insumo, todo intento de planificar un cambio para el país es un ejercicio de fantasía.

Personalmente me afecta de manera íntima y dolorosa. Muchas personas queridas y que admiro son parte de la comunidad universitaria venezolana y me duele su estado de absoluta precariedad, sobre todo frente al monstruo de la hiperinflación que sufre el país.

Qué hacer es siempre la pregunta. Lo primero es jamás callar y olvidar estas situaciones y condenar de manera tajante esta barbaridad. En todas las situaciones de injusticia en el mundo ella incrementa cuando las olvidamos.

Igualmente a los venezolanos de todo el mundo y personas de buena fe en todas partes denuncien esta situación en todas las circunstancias que les sea posible. Los que trabajan en universidades hablen en sus instituciones lo que está pasando en Venezuela.

Pueden contactar con personas en las universidades más afectadas y coordinar con ellos formas de ayudar o también apoyar  a las organizaciones de derechos humanos que vienen denunciando en las instituciones regionales o globales lo que está pasando.

Pero sobre todo no los ignoren. Ignorar la injusticia es una forma mayor de injusticia.

No las dejemos solas.

#YoDefiendoLaUniversidadVenezolana #SOSUniversidadesVenezolanos #SOSUDO