lunes, 17 de agosto de 2020

FUEGO EN LAS UNIVERSIDADES VENEZOLANAS

 

Incendio en la Biblioteca de la UDO


Diversos amigos me han preguntado por las causas del incendio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oriente, evento más reciente en una cadena de destrucción que incluye el incendio de la Biblioteca y el Aula Magna de esa universidad,entre otros daños. Ellos se preocupan y preguntan sí son hechos aislados.

Tristemente no es así.

Las Universidades venezolanas principalmente aquellas que representan el modelo de la institución autónoma, abierta y democrática han estado bajo un ataque sistemático y constante desde hace varios años. Un proceso que ha tenido características de un patrón tan persistente, metódico y que no es posible pensar en otra cosa sino que sea deliberado.

El método de destrucción usual es el estrangulamiento presupuestario. Instituciones que deben literalmente sobrevivir de sobras de un presupuesto muy por debajo de lo mínimo necesario para un funcionamiento decente. Asimismo, la descalificación y desprecio del personal docente a través de sueldos literalmente de hambre.

Por ello, las universidades van resistiendo sin ninguna capacidad de realizar nada más allá de la docencia en condiciones  muy precarias: Ésta realizada sin servicios (agua, electricidad, Internet, etc.) bibliografía, laboratorios , ni materiales, con instalaciones cada vez más desmanteladas, donde el cambio de un simple bombillo quemado o el arreglo de un baño dañado es una imposibilidad.

Por supuesto la investigación universitaria es una utopía. Sin financiamiento, apoyo o posibilidades de contacto directo con colegas en el exterior. 

Bajo ese contexto muchas instituciones van cayendo en un marasmo administrativo que se refleja en la desesperanza y la perplejidad de la mayor parte de la comunidad universitaria . Situación que sólo se ve punteada por los efectos heroicos de pequeños grupos de docentes, estudiantes y empleados que tratan de mantener el espíritu y misión de esas instituciones.

Pero ese listado de horrores dignos de un nuevo infierno de Dante no parece ser suficientes. Sobre ella se ha instalado un continuo saqueo, vandalismo y destrucción de las instalaciones universitarias. 

Las más afectadas han sido las universidades autónomas: UCV, ULA, LUZ, UC y la que ha recibido el daño mayor la UDO.

Otras universidades  también han sido golpeadas, pero nunca en la magnitud que lo han sido las autónomas.

En criminología se dice que un asesinato que presenta características atroces muy raramente es producto de un encuentro infortunado con un delincuente que no quiere dejar testigos o que la víctima enfrentó. Por lo contrario, suelen ser la consecuencia del odio y sed de venganza por parte del asesino. 

El dolor y la rabia aumentan cuando vemos las reacciones siempre tardías e insuficientes de las autoridades que tienen la obligación de proteger esos bienes que son de la Nación. Y por supuesto su total reluctancia a condenar de manera clara y contundente la destrucción y mucho menos a comprometerse a reconstruir y recuperar los bienes dañados.

Cuál será el efecto a largo plazo de esta guerra contra las universidades. Para regiones tan desasistidas como el Oriente del país la condena al subdesarrollo y a la pobreza al no contar con el ente regional que estudiaba y comprendía sus situaciones y planteaba soluciones válidas.

Para el resto del país, la consecuencia es el declive de las últimas instituciones democráticas, abiertas y tolerantes a todas las corrientes del pensamiento. Instituciones que han sido bastiones de resistencia a la imposición de los mecanismos de control y opresión. Un clavo más en el ataúd de la democracia.

Adicionalmente, desde hace años se conocía que la mayor cantidad de información científica en temas ambientales provenía de las universidades venezolanas. Sin este insumo, todo intento de planificar un cambio para el país es un ejercicio de fantasía.

Personalmente me afecta de manera íntima y dolorosa. Muchas personas queridas y que admiro son parte de la comunidad universitaria venezolana y me duele su estado de absoluta precariedad, sobre todo frente al monstruo de la hiperinflación que sufre el país.

Qué hacer es siempre la pregunta. Lo primero es jamás callar y olvidar estas situaciones y condenar de manera tajante esta barbaridad. En todas las situaciones de injusticia en el mundo ella incrementa cuando las olvidamos.

Igualmente a los venezolanos de todo el mundo y personas de buena fe en todas partes denuncien esta situación en todas las circunstancias que les sea posible. Los que trabajan en universidades hablen en sus instituciones lo que está pasando en Venezuela.

Pueden contactar con personas en las universidades más afectadas y coordinar con ellos formas de ayudar o también apoyar  a las organizaciones de derechos humanos que vienen denunciando en las instituciones regionales o globales lo que está pasando.

Pero sobre todo no los ignoren. Ignorar la injusticia es una forma mayor de injusticia.

No las dejemos solas.

#YoDefiendoLaUniversidadVenezolana #SOSUniversidadesVenezolanos #SOSUDO





jueves, 16 de abril de 2020

Posición de las redes climáticas de América Latina ante la pandemia de COVID-19


Tomado de: https://latinclima.org/

Compartimos este pronunciamiento de las redes climáticas de América Latina el cual apoyamos y subscribimos en su totalidad.


Ante la pandemia del COVID-19 y la crisis climática

Frente la emergencia que vive actualmente el mundo por la pandemia del COVID-19, que también afecta a nuestra región de América Latina y el Caribe, y tomando en cuenta la necesidad urgente de seguir actuando frente a la crisis climática, el Clik Hub, un Centro de Conocimiento Climático integrado por 19 redes de acción climática, manifiesta lo siguiente:

La relación entre cambio climático y aumento de enfermedades transmitidas entre animales y humanos es más evidente que nunca: la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el cambio en el uso de la tierra debido a la deforestación es el principal impulsor de la aparición de nuevas enfermedades en humanos. Y, según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID),  casi el 75% de todas las enfermedades nuevas, emergentes o reemergentes que afectan a los humanos desde principios del siglo XXI son transmitidas de animales a seres humanos.

El cambio en la temperatura media global tiene, además, un efecto en las relaciones entre depredadores y presas, que históricamente han mantenido bajo control a las plagas portadoras de patógenos, como ratones, mosquitos y virus, por lo que estos están en más movimiento que nunca en la era del cambio climático.

Asimismo, existe evidencia de que la aglomeración urbana, la pobreza y el hacinamiento en viviendas precarias sin servicios de agua potable y saneamiento, así como la contaminación del aire en las ciudades - una consecuencia del uso de combustibles fósiles - hace que millones de personas en América Latina sean más vulnerables al COVID-19, ya que representan grupos de riesgo al no contar con las condiciones higiénicas adecuadas y tener sistemas respiratorios comprometidos.

La pandemia del COVID-19 ha dejado, entonces, más claro que nunca que la salud humana y la salud planetaria están íntimamente interconectadas. Si no actuamos frente al cambio climático, estamos atentando contra nosotros mismos en cuanto al número y la gravedad de las epidemias y pandemias. Si no fortalecemos nuestros sistemas de salud y mejoramos las condiciones para responder a ambas, estamos condenando a las personas a morir.

En condiciones de emergencia, la inequidad es consecuencia de no contar con economías resilientes e inclusivas y eso debe atenderse: pese a que los gobiernos están tomando distintas medidas para que la pandemia no se expanda de forma exponencial, se amplían las inequidades y brechas sociales preexistentes, dejando a la población más vulnerable aún más expuesta al contagio por su necesidad de obtener el sustento diario. Lo mismo sucede con los impactos del cambio climático. De ahí que tanto los gobiernos como la cooperación internacional deben priorizar el destino de los recursos financieros para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones en riesgo.

La reconstrucción de las economías debe estar basada en principios de producción y consumo sostenibles: la prevención de enfermedades y la mitigación y adaptación al cambio climático deben ir de la mano. El sistema económico debe estar basado en principios de producción y consumo sostenible, así como valorar los servicios que brindan los ecosistemas. De esta crisis debe surgir un nuevo modelo que proteja la salud de las personas y el ambiente de forma justa y equitativa.

La acción local es clave para una transformación a gran escala: desde los gobiernos locales es necesario fortalecer la acción ante la emergencia para proteger tanto la salud pública como para enfrentar la crisis climática de una forma efectiva.

Debemos avanzar hacia una sociedad más y mejor informada: periodistas y comunicadores deben informar de una forma responsable sobre la pandemia del COVID-19 y la crisis climática, conscientes de su papel fundamental para que la ciudadanía cuente con las herramientas necesarias para la acción. Además, deben ser responsables de no generar un pánico inmovilizador o desidia sobre el problema, de recurrir a fuentes de información calificadas y contribuir a desmentir noticias falsas.

Es momento de fortalecer la cooperación transfronteriza: invitamos, asimismo, a los habitantes de nuestra región a empujar a nuestros líderes y gobiernos a fortalecer la cooperación transfronteriza mediante un trabajo integral, transdisciplinario y multi-actor/sector, ya que se hace crucial la necesidad de atender desafíos comunes una vez pasada la crisis.

La ciencia debe avanzar en establecer los vínculos entre salud y ambiente: es de vital importancia que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) pueda avanzar en establecer los mecanismos con que los impactos ambientales y climáticos determinan la salud de la población del planeta, con el fin de prevenirlos de la mejor manera.

Debemos atender la emergencia actual sin dejar de lado la visión a futuro: las organizaciones y plataformas que integramos el ClikHub advertimos que el cambio en las prioridades de los gobiernos, dada la actual coyuntura, puede derivar en la reducción de los esfuerzos por cumplir con la meta de 1.5°C como límite de aumento de la temperatura media global respecto de los niveles preindustriales. Por lo tanto, debemos vigilar las implicaciones futuras que tendrán las decisiones de los gobiernos para reactivar sus economías y salir de la recesión.

Mientras se atiende la crisis generada por el COVID-19, la agenda climática debe no solo seguir su curso sino también acelerarse y robustecerse. Por lo tanto, hacemos un llamado colectivo a no permitir que disminuyan los esfuerzos de implementación de acciones climáticas, de incremento en la ambición de los compromisos nacionales y de movilización de financiamiento nacional e internacional para atender este problema, que es de carácter global y afecta especialmente a los grupos más vulnerables.

Creemos que un nuevo paradigma de desarrollo es posible, un desarrollo basado en el cumplimiento de los derechos humanos, donde la salud, la educación, el trabajo y el acceso a los servicios básicos esté garantizado para todos y todas y en el que hagamos un uso sostenible de los recursos naturales respetando los límites de la naturaleza. El Clik Hub, como una red de redes de acción climática de la región de América Latina y el Caribe, se compromete a trabajar para lograrlo.

Suscriben el presente pronunciamiento:

CDKN, Fundación Futuro Latinoamericano, LatinClima, Salud sin Daño, CAN-LA, ICLEI América del Sur, CITE-FLACSO, GFLAC, Plataforma MiCiudad, AdaptChile,  y ConexiónCOP.

Para ir a la página donde fue tomado este pronunciamiento marque aquí

martes, 14 de abril de 2020

Venezuela bajo fuego



Imagen tomada de la cuenta de @meteovargas


En estos momentos de mediados de abril Venezuela está literalmente bajo fuego. Desde hace varias semanas en medios de comunicación y redes sociales se reportan una enorme cantidad de incendios de vegetación que están destruyendo áreas naturales, incrementando los riesgos de que se generen daños a personas y propiedades  y aumentando los problemas de salud de la población debido a las grandes cantidades de humo que están saturando la atmósfera.

Todas esas situaciones pueden afectar de manera muy grave los derechos humanos, en particular el derecho a la vida, a la salud, a un nivel de vida digno y adecuado, así como a un ambiente sano, seguro y equilibrado.

En una imagen satelital recientemente publicada se puede ver el país atravesado por un enorme cinturón de fuego que cubre prácticamente todos los estados de la región central y oriental del país. Y esta imagen que es sólo una fotografía de la situación del país en la segunda semana del mes deja fuera los feroces incendios de vegetación que arrasaron zonas naturales en el estado Mérida, Táchira y Trujillo afectando incluso áreas supuestamente protegidas.

La magnitud de la situación hace que en proporción a su superficie el país debería tener un nivel de alerta y contingencia similar a la de Brasil el año pasado.

¿Cuál es la causa de estos incendios? 

Dejando por fuera las teorías conspiranoicas, los especialistas apuntan a dos causas que actúan simultáneamente.

La primera causa es natural. Los incendios están relacionados con la sequía meteorológica muy intensa, es decir que el nivel de las lluvias durante un período determinado resulta muy inferior a la media esperable la cual he ha afectado a todo el país en los últimos años y por lo tanto la vegetación se encuentra muy seca, por lo que fácilmente hace combustión y se expande el fuego.

La segunda es el abandono. Y en este caso abandono es el resumen de la pérdida de la capacidad del Estado para prevenir, implementar acciones de mitigación, prepararse, estar alerta y darle respuestas eficaces a los eventos que ocurran. Y más allá de ello, es el abandono de la obligación del Estado de proteger a la población contra este tipo de desastres.

 En este momento, la única acción que parece estar realizándose es el combate directo a los incendios por parte de reducidos grupos de bomberos forestales. Esos grupos de bomberos están luchando sin tener ni los equipos, logística, ni apoyo necesario para actuar eficazmente, exponiendo sus vidas en una batalla perdida de antemano, debido a la cantidad de focos de incendios y la extensión de los mismos.

Sólo piensen en que Protección Civil informó recientemente que el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo atendió más de 50 incendios únicamente en la región capital el pasado domingo 12 de abril.

En este momento, cuando adicionalmente estamos bajo la emergencia de la pandemia del coronavirus y existe un fuerte desabastecimiento de combustible y agua, estos bomberos sin botas y uniformes remendados deberían ser considerados héroes nacionales.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta situación?

Las consecuencias serán múltiples: Las primeras serán relacionadas con daños a la salud humana. En particular la inhalación de humo puede afectar a personas con enfermedades respiratorias, mujeres embarazadas y niños recién nacidos. También puede destruir o dañar zonas de producción agrícola o pecuaria, destruir propiedades y generar accidentes viales.

Asimismo, los incendios descontrolados pueden afectar de manera directa a las personas al quedar atrapadas entre las llamas. A principio de año, en Cagua, en un incendio provocado en un cañaveral murieron 11 personas entre ellos 9 menores de edad.

A mediano plazo, los incendios destruyen la vegetación que retiene los suelos principalmente en las zonas de pendientes aumentando el riesgo de derrumbes y deslaves.

También destruye y empobrece la biodiversidad local. Quizás no veamos koalas o canguros calcinados como los que fueron captados el año pasado en los incendios que asolaron Australia, pero es muy probable que miles de animales y plantas fueron destruidos o desplazados en esta temporada de incendios.

Igualmente, el fuego destruye los bosques de las  cuencas captadoras de agua aumentando el desabastecimiento de ese líquido y contribuyen con la emisión de gases de efectos invernaderos que causan el cambio climático.


¿Y qué debería estar haciéndose para evitar estos desastres?

Según la información difundida por los medios de comunicación, Venezuela cuenta con un Plan Nacional de Prevención de Incendios Forestales.

La realidad parece mostrar que también ese plan se convirtió en cenizas y humo,

En todo caso, este plan debería incluir un estudio pormenorizado de las zonas de mayor riesgo de ocurrencia de incendios en el territorio nacional. Esto es más urgente cuando el propio INAMEH declara que el  64% del territorio venezolano tiene un  riesgo muy alto de incendios forestales. Por lo tanto es muy importante saber por dónde empezar y cuáles son los sitios más críticos.

Asimismo se necesita establecer obras para la contención o mitigación de incendios tales como cortafuegos, controlar la vegetación  herbácea que pueda inflamarse fácilmente, eliminar los botaderos de basuras y controlar, y donde sea posible eliminar, las quemas con fines agrícolas.

Igualmente, se necesita generar acciones de vigilancia permanente y contar con equipos de bomberos bien entrenados, con equipos, apoyo logístico adecuado para la realización de sus tareas, así como  sistemas de seguridad en casos de accidentes. También es necesario promover el apoyo de la sociedad civil donde sea necesario.

Pero más allá de esas estrategias clásicas de gestión de riesgos de desastres. El Estado venezolano debe generar políticas y acciones eficaces para evitar el uso de la leña para cocinar suministrando bombonas de gas a la población y en aquellos lugares donde ello no sea viable llevar gas educando a la población para el uso de fogones seguros.

También se debe impedir la invasión de áreas verdes, zonas naturales y en especial Áreas Bajo Régimen de Administración Especial. Asimismo hay que eliminar los vertederos de basuras existentes y controlar la práctica de la quema de desechos tanto domésticos como agrícolas y se debe perseguir y sancionar a toda persona que haga uso del fuego con fines ilegítimos.

Para que esto tenga real efectividad es necesario que el Estado abra vías efectivas para la participación de los ciudadanos en la protección ambiental, se eduque a la población y se genere una política integral de control de los delitos ambientales incluyendo la corrupción que promueve muchos de los delitos ambientales que están en la raíz de muchos de los incendios.

Es importante reiterar continuamente: en nuestro país todos los incendios de vegetación tienen en su origen la acción humana. En estas latitudes, la posibilidad de ocurrencia de incendios espontáneos de vegetación es muy remota.

En resumen, es necesario que de manera urgente el Estado y todos los ciudadanos tomemos acción sobre esta situación, sino el futuro de nuestro país y nuestros derechos como ciudadanos  se convertirán en cenizas.

lunes, 17 de febrero de 2020

El borde inexistente de la catástrofe ambiental venezolana





Leo una noticia donde alguien declara a un periódico que "Venezuela está al borde de una hecatombe ambiental".

Ese tipo de declaraciones más que denunciar y buscar soluciones para la terrible situación ambiental que vive actualmente el país, lo que hace es confundir a los lectores y muestra el poco conocimiento sobre el ambiente que tiene el que expresó esa opinión.

Las crisis ambientales son procesos que van escalando y generando consecuencias.

No existe un lugar o situación que esté "al borde" de algo, como si estuviéramos aún a salvo siempre y cuando no demos un paso demás.

Además esa afirmación desconoce la complejidad de los diferentes temas ambientales en los diversos territorios del país, con distintos procesos desarrollándose en paralelo e incidiendo los unos sobre los otros.

Por eso, debido a la crisis ambiental que sufre Venezuela ya muchas personas viven dentro de condiciones de catástrofe ambiental.

Piensen en personas que habitan en sitios que no tienen servicio de agua desde hace varios meses (en algunos casos muchos meses) o donde nunca se recogen los desechos sólidos.

Quizás no podemos entender del todo el nivel de daño de la falta de agua. Pero podemos tratar de comprender la magnitud del desastre en este testimonio de una habitante de una zona popular del estado Carabobo:

“Pocos saben lo que significa vivir casi dos semanas sin agua. Tu vida termina degradándose completamente. Cada aspecto. Es como retroceder y dejar de ser parte de la civilización”

O también los que viven en sitios donde el aire o el alimento está fuertemente contaminado de mercurio. Lugares con niveles de concentración de mercurio tan alto que está aumentando de manera alarmante el número de personas afectadas y de niños nacidos muertos o con graves deficiencias.

Otras personas habitan en zonas que han sufrido procesos de deforestación tan severos que los ríos se están secando o donde y ya no existen los bosques que actuaban como mecanismo de estabilización de los suelos y tienen cada vez un mayor riesgo de ser afectados por un derrumbe o deslave.

Muchos otros viven en zonas inundables o cuyos suelos se desertificaron. O donde fueron agotados los recursos de la biodiversidad de los cuales dependían para su alimentación o economía.

Del primer caso hablamos de cientos de miles de personas como las que fueron afectadas en las inundaciones al sur del país en el 2018. Y cuando hablamos de afectadas queremos decir que muchísimas personas perdieron sus viviendas, cosechas, animales y sus bienes personales. La enorme mayoría eran personas muy pobres. Luego de esa situación quedaron en una situación aún peor.

En el caso de desertificación ya pueblos completos fueron abandonados al perder toda fuente de agua y posibilidad de extraer alguna cosecha de sus suelos agotados.

Por su parte, miles de personas en el estado Sucre quedaron sin capacidad de mantenerse al ir desapareciendo los recursos pesqueros de los que dependían para vivir.

En todos esos casos ¿dónde está el borde? y si esa línea existiese, ya mucha gente la sobrepasó, y cayeron al precipicio. Otros van avanzando hacia cada vez peores condiciones de vida.

Por todo ello es necesario tener cuidado con las ideas simplistas (por no decir otra cosa) sobre temas complejos. Menos unas que hagan creer que "vamos por el mal camino" pero sí se rectifica aún hay tiempo para evitar los daños.

Esta crisis ambiental está afectando de manera muy grave a muchísimos venezolanos y representa una violación masiva de derechos humanos. Aún peor, se convertirá en un importante obstáculo para que el país logre recobrar un nivel mínimo de bienestar.

Además estas frases apocalípticas generan generalmente rechazo o resignación más que acción urgente que es lo que necesitamos.

Por ello debemos unirnos todos para resistir y luchar contra un sistema construido para que un grupo de bandas criminales destruyan el país y su Naturaleza sólo por codicia y perversión.

Más adelante, será necesario iniciar programas nacionales de restauración y educación ambiental que reconstruyan los equilibrios básicos de la Naturaleza y de nuestra relación con ella.

Sólo así podremos recobrar el país próspero y responsable que necesitamos y donde ya nadie hable, ni viva en situaciones borde.


miércoles, 12 de febrero de 2020

Cambio climático, pobreza y desigualdad: Resultados de una encuesta regional latinoamericana


Foto: es.aleteia.org 



Recientemente, aparecieron publicados en un portal de noticias los resultados de una encuesta regional latinoamericana que describe la percepción de los habitantes de distintos países de latinoamericana con respecto a la relación entre el cambio climático, la pobreza y la desigualdad.

Según la reseña de prensa, el estudio fue realizado por la empresa tecnológica chilena StatKnows, en colaboración con el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2. La misma muestra la alta relación que ven los latinoamericanos entre cambio climático, pobreza y desigualdad, y entre gestión climática y justicia.

La empresa que realiza el estudio estableció que "El estudio es estadísticamente representativo de la población mayor de 18 años de América Latina, considerando 17 países de habla hispana de Sudamérica y Centroamérica más Brasil. Se realizó con base en una muestra de 7.232 personas pero que permiten trasladar los resultados a un universo de 430.411.041 personas."

El resultado principal de la misma, es que una alta mayoría (82%) de los habitantes mayores de 18 años de Latinoamérica considera que el cambio climático empeorará la pobreza y la desigualdad en mi país”, y que “los efectos del cambio climático afectarán principalmente a las personas más pobres” (73%).

Asimismo, el 97% de los encuestados considera que sus respectivos países están poco o nada preparados para enfrentar el cambio climático.

Para leer la noticia completa en su fuente original marque aquí

Estos resultados me llevan a preguntarme algunas cosas:

¿Estará incluida Venezuela en la muestra?
Sería muy importante conocer qué piensa la mayoría de las personas de este país sobre esos temas, particularmente los llamados "venezolanos de a pié".

Toda respuesta a priori a esta pregunta pudiera ser engañosa. Esto se debe a que la emergencia humanitaria compleja que afecta al país impacta sobre todos los aspectos de la vida de la población, transformando y menoscabando las vidas y expectativas futuras de todos los venezolanos. Esto es aún peor entre los más afectados por la crisis, aquellos que apenas pueden sobrevivir. Para ellos no hay libertad para pensar en el futuro y menos en sumar más problemas a sus vidas, incluyendo el cambio climático.

¿Qué piensan los gobernantes y líderes políticos y económicos con respecto a esta situación?
Sí estos resultados son consistentes con la percepción mayoritaria de los habitantes de esta región, muestran una  profunda desconexión entre lo que creen y opinan los ciudadanos de los países de Latinoamericana y lo que hacen los gobernantes de estos países. Me vienen a la cabeza ejemplos como los dirigentes actuales de Brasil y por supuesto Venezuela, sin que los demás puedan considerarse  que tengan ni real consciencia del problema, ni voluntad para actuar de manera eficiente.

¿A qué nos retan esos resultados?
Según la encuesta presentada, pareciera que los los latinoamericanos, al menos un número alto de nosotros, tenemos claros algunos aspectos muy importantes de la relación entre la crisis climática y nuestra situación económica y social.

Por ello, el reto para Latinoamérica es convertir este potencial de conocimiento en energía cinética de cambio efectivo.

Tenemos que trabajar para ello y esta acción es mucho más urgente en Venezuela.

En este último caso el trabajo es enormemente difícil debido a las actuales condiciones del país, pero no hacerlo sería traicionar aun mucho más a nuestro pueblo.

jueves, 2 de enero de 2020

Noticias ambientales que marcan el inicio del 2020


Tomado de indiatimes.com

Esas son algunas noticias ambientales globales a caballo entre el 2019 y el 2020 que marcarán nuestro futuro próximo. ¿Cómo nos afectan estas situaciones? ¿Cómo reaccionamos a ellas? ¿Cómo nos preparamos para los cambios?

Australia: La ola de calor y los enormes incendios parece que son el inicio de una época de catástrofes ambientales potenciadas por el cambio climático.

España: La presidenta de la Comunidad de Madrid declara que la contaminación atmosférica no ha matado a nadie (!). El pacto para la gobernabilidad entre el PSOE y Podemos incluye algunos temas ambientales prioritarios e ignora otros igualmente importantes. En Extremadura se está construyendo la mayor planta fotovoltaica de Europa.

México: La mala calidad del aire dispara las alarmas en el Valle de México.

Argentina: En Mendoza la sociedad civil logra que se derogue la ley que permitía el uso del cianuro en la minería.

Inglaterra: inviernos más suaves están haciendo que especies africanas lleguen a Inglaterra.

Caribe: Siete países del Caribe prohibieron los plásticos de un solo uso a partir de este año.

Indonesia: Más de 26 muertos y 30.000 personas afectadas por inundaciones en Yakarta. Se aceleran las políticas gubernamentales para movilizar los fondos necesarios para trasladar a esa ciudad, que se espera quede inundada en un plazo de 30 años.

Brasil: A un año de la presidencia de Bolsonaro se acelera la deforestación del Amazonas y el desmantelamiento de las instituciones de protección ambiental.

República Centroafricana: Este país ha sido afectado por las peores inundaciones en dos décadas, destruyendo más de 10,000 hogares y afectando a unas 100,000 personas en todo el país.

Venezuela: La escasez de agua ya es una condición normalizada para la mayoría de la población. Un Parque Nacional se convirtió en plataforma para un espectáculo de fuegos artificiales. La minería en el país se promueve de manera pornográfica. La leña ya es un artículo de comercio masivo. Por primera vez se incluye un personaje del mundo ambiental en una selección de personaje del año. Algunos sectores de oposición promueven cambios gatopardianos con políticas ambientales obsoletas o decorativas. La Iglesia católica venezolana presente en el Sínodo Amazónico aún no ha convertido su presencia en acción.

En resumen: El año se acelera entre crisis ambientales, catástrofes, mentiras, la acción ciudadana organizada y algunas pocas decisiones gubernamentales positivas.

En estas circunstancias los venezolanos seguimos afectados por la mayor crisis ambiental de nuestra historia como país.

Es hora de que sigamos el ejemplo de los mendocinos. Nos vemos en la acción por una Venezuela sustentable, responsable y éticamente comprometida con su Naturaleza.

martes, 24 de diciembre de 2019

¿Qué pensaría Jesús esta Navidad de Greta Thunberg?



Tomado de El País de España


Por Juan Arias y publicado en El País de España el 24 de diciembre de 2019

Greta Thumberg, la niña sueca con síntomas de Asperger, que con solo 16 años está provocando a los líderes del mundo por su falta de compromiso con la defensa del planeta, está siendo insultada por los poderosos hasta con expresiones groseras. En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro la ha llamado de “pirralha” [mocosa]. Con burda ironía el mandatario estadounidense, Donald Trump, le ha aconsejado que se vaya a ver una película antigua con una amiga y ha se ha metido con su síndrome psíquico para decir, con pésimo gusto, que se la ve “con la cara muy feliz”. En España no han sido menos despectivos con la niña que curiosamente despierta tanto miedo como odio. La han calificado de “falsa”, “puta” y “marreta”. ¿Por qué Greta, siempre seria y segura de su misión, despierta los instintos más bajos del machismo? Hasta ha habido quien le ha aconsejado “usar su sexualidad” para calmarse.

Estamos en una Navidad más de la historia y cada vez más cristianos serios están convencidos de que esa fiesta, que celebra el nacimiento de un niño también difícil que vino al mundo a provocar a los hipócritas y a exaltar a los puros de corazón, está perdiendo su significado y fuerza original.

Habría que preguntarse, en el análisis de los símbolos y de los presagios de un mundo cada vez más dividido e insatisfecho, qué significa la llegada de esa niña sueca, que no sé si es cristiana, pero que seguro se entendería con el profeta judío de Nazaret que, como ella, fue un inconformista y un fustigador de la hipocresía.

La Navidad va más allá, con sus símbolos e historia, de su simple significado del nacimiento de Jesús, que vino a anunciar un nuevo Reino no solo de paz y amor, sino de esperanza y perdón. No es, en efecto, solo la fiesta universal del mundo cristiano en la que caben todos, porque Jesús fue un judío al que mataron precisamente por predicar un amor universal, sin distinciones. Si acaso con una preferencia hacia aquellos que el mundo descarta por ser física y espiritualmente diferentes.

La Navidad debería también decirnos, como lo está intentando hacer la pequeña, seria y segura Greta, que la realidad -que no debe confundirse con los deseos o sueños imposibles- es que somos seres amasados por el lodo de la tierra. Que nadie nace ángel. Si acaso nacemos más demonio que ángel. Celebrar la paz de la Navidad significa también tomar conciencia de la hipocresía, del pecado del consumismo que nos devora, de que la paz se conquista a veces con la fuerza y la resistencia contra los destructores de ilusiones.

Jesús fue, sí, un profeta de paz, que recordando a Isaías predicaba un Dios “que también es madre”, con capacidad infinita de perdón, para quien no existían los excluidos. El Dios que cuida de los pájaros del cielo y de los lirios del campo, llega a ser, como afirma la Biblia, no solo un Dios vengador, sino uno cercano y de corazón grande, a quien Jesús compara con una madre. “Aunque una madre llegase a abandonar a los hijos, Dios, no”.

Al mismo tiempo, Jesús, en su corta vida terrestre, en la que pretendió sacudir a la humanidad de su letargo de siglos de guerras y tabús, la invita a participar del nuevo banquete del Reino de Dios. Pero ello tiene también un coste. No es solo con un pacifismo vacío que se conquista un mundo más libre y se respeta y salvaguarda el planeta.

Son innumerables los pasajes de los Evangelios donde Jesús da a entender, desde que era niño, como hoy lo es Greta, que el mundo, la paz, la justicia, la igualdad y hasta la felicidad capaz de vencer a la muerte no se construyen solo con un falso pacifismo, sino que es necesario preparar la guerra espiritual contra quienes nos obligan a vivir sumergidos en un capitalismo cada vez más salvaje, dictatorial, disgregador y maldito. Y colocó siempre a los niños como ejemplo de vida. Llegó a pedir la pena de muerte para quienes profanen a uno de ellos.

La pequeña Greta ha entendido eso a los 16 años. Dicen que es demasiado joven. Jesús fue aún más precoz. Ya a los 12, tras haberse perdido y separado de su familia en el Templo durante tres días, les hizo ver a sus padres desconsolados, seguramente con gran respeto, que él se debía ya a una causa mayor que la pura familiar.

Fue Jesús, el hijo que muchas madres querrían tener, quien les explicó a los discípulos que ese mundo de paz que todos soñamos “padece violencia” y que “solo los violentos lo conquistarán”. Llegó a predicar que a veces es necesario, para ser fieles a la propia fe e historia, que las familias estén divididas a causa de la violencia. Sabía Jesús que la familia no es algo idílico y que a veces es necesario que entre ellas haya desgarros y luchas, para imponer verdades que nos superan.

El fariseo Nicodemo tuvo curiosidad en conocer de cerca a aquel profeta que predicaba una paz que es, a la vez, violenta, y a quienes le pedían, como el gobernador Herodes, que “dejase de predicar” aquellas cosas absurdas en las que exaltaba “todo lo que el mundo rechaza”. Por ejemplo, los diferentes, desde los locos a las prostitutas, desde los endemoniados a los leprosos, esa caravana doliente que lo buscaba con esperanza. Al recado autoritario de Herodes, Jesús respondió que le dijeran “a aquella zorra” que él seguiría adelante con su misión. El precio de defender una paz violenta y no la falsa hipocresía no se hizo esperar. Poco después fue colgado de una cruz y agonizó sin entender por qué Dios lo había abandonado.

La Navidad, este año con la pequeña Greta como nuevo símbolo de los que se atreven, como Jesús en sus días, a llamar de hipócritas a los jefes de Estado que cierran los ojos ante la destrucción del planeta, podría ser una fiesta diferente. Una Navidad de reconciliación entre los que viven en guerra dentro del ceno familiar, para abrir nuevos espacios de vida, de diálogo y de comprensión, que en definitiva eso significa la hoy tan desfigurada celebración. Es decir, la fiesta de todo lo que nace dentro y fuera de nosotros. Con dolor, pero también con esperanza.

Feliz Navidad, una fiesta con la pequeña Greta que nos mira seria y desafiante, y nos invita a luchar por este planeta que se nos está muriendo.