jueves, 16 de abril de 2020

Posición de las redes climáticas de América Latina ante la pandemia de COVID-19


Tomado de: https://latinclima.org/

Compartimos este pronunciamiento de las redes climáticas de América Latina el cual apoyamos y subscribimos en su totalidad.


Ante la pandemia del COVID-19 y la crisis climática

Frente la emergencia que vive actualmente el mundo por la pandemia del COVID-19, que también afecta a nuestra región de América Latina y el Caribe, y tomando en cuenta la necesidad urgente de seguir actuando frente a la crisis climática, el Clik Hub, un Centro de Conocimiento Climático integrado por 19 redes de acción climática, manifiesta lo siguiente:

La relación entre cambio climático y aumento de enfermedades transmitidas entre animales y humanos es más evidente que nunca: la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el cambio en el uso de la tierra debido a la deforestación es el principal impulsor de la aparición de nuevas enfermedades en humanos. Y, según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID),  casi el 75% de todas las enfermedades nuevas, emergentes o reemergentes que afectan a los humanos desde principios del siglo XXI son transmitidas de animales a seres humanos.

El cambio en la temperatura media global tiene, además, un efecto en las relaciones entre depredadores y presas, que históricamente han mantenido bajo control a las plagas portadoras de patógenos, como ratones, mosquitos y virus, por lo que estos están en más movimiento que nunca en la era del cambio climático.

Asimismo, existe evidencia de que la aglomeración urbana, la pobreza y el hacinamiento en viviendas precarias sin servicios de agua potable y saneamiento, así como la contaminación del aire en las ciudades - una consecuencia del uso de combustibles fósiles - hace que millones de personas en América Latina sean más vulnerables al COVID-19, ya que representan grupos de riesgo al no contar con las condiciones higiénicas adecuadas y tener sistemas respiratorios comprometidos.

La pandemia del COVID-19 ha dejado, entonces, más claro que nunca que la salud humana y la salud planetaria están íntimamente interconectadas. Si no actuamos frente al cambio climático, estamos atentando contra nosotros mismos en cuanto al número y la gravedad de las epidemias y pandemias. Si no fortalecemos nuestros sistemas de salud y mejoramos las condiciones para responder a ambas, estamos condenando a las personas a morir.

En condiciones de emergencia, la inequidad es consecuencia de no contar con economías resilientes e inclusivas y eso debe atenderse: pese a que los gobiernos están tomando distintas medidas para que la pandemia no se expanda de forma exponencial, se amplían las inequidades y brechas sociales preexistentes, dejando a la población más vulnerable aún más expuesta al contagio por su necesidad de obtener el sustento diario. Lo mismo sucede con los impactos del cambio climático. De ahí que tanto los gobiernos como la cooperación internacional deben priorizar el destino de los recursos financieros para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones en riesgo.

La reconstrucción de las economías debe estar basada en principios de producción y consumo sostenibles: la prevención de enfermedades y la mitigación y adaptación al cambio climático deben ir de la mano. El sistema económico debe estar basado en principios de producción y consumo sostenible, así como valorar los servicios que brindan los ecosistemas. De esta crisis debe surgir un nuevo modelo que proteja la salud de las personas y el ambiente de forma justa y equitativa.

La acción local es clave para una transformación a gran escala: desde los gobiernos locales es necesario fortalecer la acción ante la emergencia para proteger tanto la salud pública como para enfrentar la crisis climática de una forma efectiva.

Debemos avanzar hacia una sociedad más y mejor informada: periodistas y comunicadores deben informar de una forma responsable sobre la pandemia del COVID-19 y la crisis climática, conscientes de su papel fundamental para que la ciudadanía cuente con las herramientas necesarias para la acción. Además, deben ser responsables de no generar un pánico inmovilizador o desidia sobre el problema, de recurrir a fuentes de información calificadas y contribuir a desmentir noticias falsas.

Es momento de fortalecer la cooperación transfronteriza: invitamos, asimismo, a los habitantes de nuestra región a empujar a nuestros líderes y gobiernos a fortalecer la cooperación transfronteriza mediante un trabajo integral, transdisciplinario y multi-actor/sector, ya que se hace crucial la necesidad de atender desafíos comunes una vez pasada la crisis.

La ciencia debe avanzar en establecer los vínculos entre salud y ambiente: es de vital importancia que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) pueda avanzar en establecer los mecanismos con que los impactos ambientales y climáticos determinan la salud de la población del planeta, con el fin de prevenirlos de la mejor manera.

Debemos atender la emergencia actual sin dejar de lado la visión a futuro: las organizaciones y plataformas que integramos el ClikHub advertimos que el cambio en las prioridades de los gobiernos, dada la actual coyuntura, puede derivar en la reducción de los esfuerzos por cumplir con la meta de 1.5°C como límite de aumento de la temperatura media global respecto de los niveles preindustriales. Por lo tanto, debemos vigilar las implicaciones futuras que tendrán las decisiones de los gobiernos para reactivar sus economías y salir de la recesión.

Mientras se atiende la crisis generada por el COVID-19, la agenda climática debe no solo seguir su curso sino también acelerarse y robustecerse. Por lo tanto, hacemos un llamado colectivo a no permitir que disminuyan los esfuerzos de implementación de acciones climáticas, de incremento en la ambición de los compromisos nacionales y de movilización de financiamiento nacional e internacional para atender este problema, que es de carácter global y afecta especialmente a los grupos más vulnerables.

Creemos que un nuevo paradigma de desarrollo es posible, un desarrollo basado en el cumplimiento de los derechos humanos, donde la salud, la educación, el trabajo y el acceso a los servicios básicos esté garantizado para todos y todas y en el que hagamos un uso sostenible de los recursos naturales respetando los límites de la naturaleza. El Clik Hub, como una red de redes de acción climática de la región de América Latina y el Caribe, se compromete a trabajar para lograrlo.

Suscriben el presente pronunciamiento:

CDKN, Fundación Futuro Latinoamericano, LatinClima, Salud sin Daño, CAN-LA, ICLEI América del Sur, CITE-FLACSO, GFLAC, Plataforma MiCiudad, AdaptChile,  y ConexiónCOP.

Para ir a la página donde fue tomado este pronunciamiento marque aquí

martes, 14 de abril de 2020

Venezuela bajo fuego



Imagen tomada de la cuenta de @meteovargas


En estos momentos de mediados de abril Venezuela está literalmente bajo fuego. Desde hace varias semanas en medios de comunicación y redes sociales se reportan una enorme cantidad de incendios de vegetación que están destruyendo áreas naturales, incrementando los riesgos de que se generen daños a personas y propiedades  y aumentando los problemas de salud de la población debido a las grandes cantidades de humo que están saturando la atmósfera.

Todas esas situaciones pueden afectar de manera muy grave los derechos humanos, en particular el derecho a la vida, a la salud, a un nivel de vida digno y adecuado, así como a un ambiente sano, seguro y equilibrado.

En una imagen satelital recientemente publicada se puede ver el país atravesado por un enorme cinturón de fuego que cubre prácticamente todos los estados de la región central y oriental del país. Y esta imagen que es sólo una fotografía de la situación del país en la segunda semana del mes deja fuera los feroces incendios de vegetación que arrasaron zonas naturales en el estado Mérida, Táchira y Trujillo afectando incluso áreas supuestamente protegidas.

La magnitud de la situación hace que en proporción a su superficie el país debería tener un nivel de alerta y contingencia similar a la de Brasil el año pasado.

¿Cuál es la causa de estos incendios? 

Dejando por fuera las teorías conspiranoicas, los especialistas apuntan a dos causas que actúan simultáneamente.

La primera causa es natural. Los incendios están relacionados con la sequía meteorológica muy intensa, es decir que el nivel de las lluvias durante un período determinado resulta muy inferior a la media esperable la cual he ha afectado a todo el país en los últimos años y por lo tanto la vegetación se encuentra muy seca, por lo que fácilmente hace combustión y se expande el fuego.

La segunda es el abandono. Y en este caso abandono es el resumen de la pérdida de la capacidad del Estado para prevenir, implementar acciones de mitigación, prepararse, estar alerta y darle respuestas eficaces a los eventos que ocurran. Y más allá de ello, es el abandono de la obligación del Estado de proteger a la población contra este tipo de desastres.

 En este momento, la única acción que parece estar realizándose es el combate directo a los incendios por parte de reducidos grupos de bomberos forestales. Esos grupos de bomberos están luchando sin tener ni los equipos, logística, ni apoyo necesario para actuar eficazmente, exponiendo sus vidas en una batalla perdida de antemano, debido a la cantidad de focos de incendios y la extensión de los mismos.

Sólo piensen en que Protección Civil informó recientemente que el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo atendió más de 50 incendios únicamente en la región capital el pasado domingo 12 de abril.

En este momento, cuando adicionalmente estamos bajo la emergencia de la pandemia del coronavirus y existe un fuerte desabastecimiento de combustible y agua, estos bomberos sin botas y uniformes remendados deberían ser considerados héroes nacionales.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta situación?

Las consecuencias serán múltiples: Las primeras serán relacionadas con daños a la salud humana. En particular la inhalación de humo puede afectar a personas con enfermedades respiratorias, mujeres embarazadas y niños recién nacidos. También puede destruir o dañar zonas de producción agrícola o pecuaria, destruir propiedades y generar accidentes viales.

Asimismo, los incendios descontrolados pueden afectar de manera directa a las personas al quedar atrapadas entre las llamas. A principio de año, en Cagua, en un incendio provocado en un cañaveral murieron 11 personas entre ellos 9 menores de edad.

A mediano plazo, los incendios destruyen la vegetación que retiene los suelos principalmente en las zonas de pendientes aumentando el riesgo de derrumbes y deslaves.

También destruye y empobrece la biodiversidad local. Quizás no veamos koalas o canguros calcinados como los que fueron captados el año pasado en los incendios que asolaron Australia, pero es muy probable que miles de animales y plantas fueron destruidos o desplazados en esta temporada de incendios.

Igualmente, el fuego destruye los bosques de las  cuencas captadoras de agua aumentando el desabastecimiento de ese líquido y contribuyen con la emisión de gases de efectos invernaderos que causan el cambio climático.


¿Y qué debería estar haciéndose para evitar estos desastres?

Según la información difundida por los medios de comunicación, Venezuela cuenta con un Plan Nacional de Prevención de Incendios Forestales.

La realidad parece mostrar que también ese plan se convirtió en cenizas y humo,

En todo caso, este plan debería incluir un estudio pormenorizado de las zonas de mayor riesgo de ocurrencia de incendios en el territorio nacional. Esto es más urgente cuando el propio INAMEH declara que el  64% del territorio venezolano tiene un  riesgo muy alto de incendios forestales. Por lo tanto es muy importante saber por dónde empezar y cuáles son los sitios más críticos.

Asimismo se necesita establecer obras para la contención o mitigación de incendios tales como cortafuegos, controlar la vegetación  herbácea que pueda inflamarse fácilmente, eliminar los botaderos de basuras y controlar, y donde sea posible eliminar, las quemas con fines agrícolas.

Igualmente, se necesita generar acciones de vigilancia permanente y contar con equipos de bomberos bien entrenados, con equipos, apoyo logístico adecuado para la realización de sus tareas, así como  sistemas de seguridad en casos de accidentes. También es necesario promover el apoyo de la sociedad civil donde sea necesario.

Pero más allá de esas estrategias clásicas de gestión de riesgos de desastres. El Estado venezolano debe generar políticas y acciones eficaces para evitar el uso de la leña para cocinar suministrando bombonas de gas a la población y en aquellos lugares donde ello no sea viable llevar gas educando a la población para el uso de fogones seguros.

También se debe impedir la invasión de áreas verdes, zonas naturales y en especial Áreas Bajo Régimen de Administración Especial. Asimismo hay que eliminar los vertederos de basuras existentes y controlar la práctica de la quema de desechos tanto domésticos como agrícolas y se debe perseguir y sancionar a toda persona que haga uso del fuego con fines ilegítimos.

Para que esto tenga real efectividad es necesario que el Estado abra vías efectivas para la participación de los ciudadanos en la protección ambiental, se eduque a la población y se genere una política integral de control de los delitos ambientales incluyendo la corrupción que promueve muchos de los delitos ambientales que están en la raíz de muchos de los incendios.

Es importante reiterar continuamente: en nuestro país todos los incendios de vegetación tienen en su origen la acción humana. En estas latitudes, la posibilidad de ocurrencia de incendios espontáneos de vegetación es muy remota.

En resumen, es necesario que de manera urgente el Estado y todos los ciudadanos tomemos acción sobre esta situación, sino el futuro de nuestro país y nuestros derechos como ciudadanos  se convertirán en cenizas.