miércoles, 4 de mayo de 2016

¿Vale la pena preocuparse por el ambiente?





El siguiente artículo fue publicado el pasado día de abril en el número conmemorativo del 42º aniversario de la revista Zeta. Agradezco profundamente a este medio de comunicación por haber tenido la oportunidad de participar en su celebración, a la vez que felicito a todo su equipo en este nuevo aniversario.
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Actualmente tenemos dificultades muy importantes que nos ocupan casi todas nuestras energías. Pareciera que tratar de incluir otras más suena excesivo y hasta poco solidario con muchas personas que ya están abrumadas con las que perciben en su vida diaria.

Algunos pueden llegar a pensar que sólo los países que han resuelto la mayor parte de sus problemas materiales: hambre, pobreza, inestabilidad económica, etc. pueden comenzar a preocuparse por los temas ambientales que a veces suenan más a estéticos que a verdaderamente esenciales para el desarrollo nacional.

Estas percepciones no son elucubraciones sin fundamento.  Cuando se le preguntan a los habitantes de Venezuela sobre cuáles son los principales problemas que los aquejan, invariablemente aparecen temas como la inseguridad, el alto costo de la vida y el desabastecimiento de bienes de primera necesidad.

A pesar de ello, en los últimos tiempos algunas encuestas observan que la escasez de agua está emergiendo como problema importante de la población. Asimismo, cada día los venezolanos nos levantamos preguntando por el nivel de aguas en el embalse del Guri; nos disgustamos por las fallas en el servicio de recolección de desechos sólidos; sentimos dudas sobre la calidad del agua que llega a nuestras casas y nos desagradan los efectos de la nube de calima que se ha aposentado sobre varias ciudades del país.

Es decir se escurrió el ambiente en nuestra sociedad.

¿Pero cuáles son los temas ambientales que afectan a nuestro país?

Podemos hablar de un largo abecedario de temas, pero quedémonos con las primeras letras; A, B y C. Es decir agua, biodiversidad y contaminación. Y como estamos hablando de coleados al final le agregaremos un bono: El cambio climático.

Un país rico en agua, pero…

El acceso al agua potable es un derecho humano. Si el mismo no está asegurado no es posible garantizar la salud, el alimento, trabajo y educación de la población. 

En tal sentido Venezuela parece ser un país privilegiado en materia de agua ya que contamos con una de las reservas de agua más grandes del mundo. Cada venezolano pudiera tener a su disposición 42.500 m3 de ese líquido. El equivalente a 17 piscinas olímpicas. 

No toda esa agua está fácilmente disponible. El 80% del agua dulce en Venezuela se encuentra al sur del río Orinoco y, a su vez, la mayor  concentración de población se encuentra en el arco costero montañoso al norte del país. 

A pesar de esa discrepancia entre la distribución de las fuentes de agua y la de la población del país, el gobierno nos ha informado que 96% de la población tiene acceso al agua potable. Pero en contraste, la Encuesta Condiciones de Vida Venezuela (ENCOVI), realizada por las Universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, encontró que  16,4% de las viviendas carece de conexión a un sistema de distribución de agua y en 39,2% de los hogares se reporta que el servicio no es continuo. Adicionalmente, el 24% de los hogares del país no tienen sistemas de recolección de aguas servidas.

Este escenario se complica cuando se multiplican cada vez más las dudas sobre la calidad del agua que llega a los hogares del país.

Al final sólo seremos un país verdaderamente rico cuando sepamos administrar con responsabilidad, seriedad y solidaridad nuestra riqueza hídrica. 

La biodiversidad: patrimonio en peligro

La biodiversidad es el término científico usado para referirse a la variedad de la vida, es decir a todas las especies vivas y a los ecosistemas donde estas especies coexisten. 

Venezuela está entre los diez países con mayor diversidad biológica del mundo. Con respecto al resto del mundo, el país se encuentra en cuarto lugar en el número de especies de anfibios, sexto en el número de  aves, octavo en el número de mamíferos y noveno en el de reptiles. Además, cuenta con una enorme riqueza en términos de paisajes y ecosistemas naturales: Bosques, sabanas, páramos, arrecifes, manglares, tepuyes y muchos otros.

Este patrimonio natural representa uno de los recursos fundamentales para el desarrollo nacional y del mismo dependen muchas actividades productivas y de gran valor social. 

A algunos puede sorprenderle que de la biodiversidad dependa el suministro de agua potable, la producción de energía hidroeléctrica, una gran variedad de productos alimenticios de consumo directo, gran parte de la industria turística nacional,  la producción agrícola, la protección contra desastres naturales y la absorción de contaminantes, entre otros servicios ambientales.

A pesar de este enorme valor, una mezcla de ignorancia, codicia y falta de políticas adecuadas de protección de la biodiversidad, han puesto en peligro a muchas especies y ecosistemas en todo el país.

Si revertimos esta forma de violencia contra la naturaleza y logramos establecer políticas de uso responsable de nuestros recursos, podremos utilizarlos como un puntal del desarrollo nacional. A partir de allí se establecerá una economía sustentable con actividades en temas tan variados como: el aprovechamiento sustentable de especies para alimento, cosmética, farmacología; turismo de naturaleza; cría de y cultivo de especies; creación de “ciudades verdes”, productos para la medicina naturista, entre muchos otros. 

Todos ellos capaces de generar empleo y economías productivas a largo plazo. Nuestra riqueza y prosperidad en el futuro no será color negro petróleo, ni mucho menos de un falso color dorado, si no de los múltiples y variados colores de la naturaleza.

La contaminación: Venenos hasta en  la sopa

En Venezuela se han producido daños graves al ambiente y a la salud de las personas producto de  la contaminación. La misma ha venido como una consecuencia indeseada de la industria petrolera, manufacturera, la actividad agrícola, minera y doméstica.

Actualmente resulta difícil tener una idea clara sobre los problemas de contaminación actuales en el país debido a la muy escasa información existente sobre la magnitud del problema y las consecuencias que pueda estar ocasionando. Por esa razón no se realizan alertas ambientales, ni se definen políticas de control que permitan minimizar los posibles efectos.

A pesar de la insuficiente información existente, es posible señalar algunos temas y zonas críticas en materia de contaminación, tales como las zonas de los Estados Bolívar y Amazonas afectadas por la minería ilegal de oro; el lago de Maracaibo, castigado tanto por la industria petrolera, como por las aguas servidas de las ciudades y zonas agrícolas que lo rodean; la cuenca del lago de Valencia contaminado principalmente por aguas servidas urbanas e industriales; las zonas de producción y refinación petrolera (Zulia, Falcón, Anzoátegui, Monagas, Guárico); las áreas ocupadas por las industrias básicas de Guayana; los vertederos y rellenos sanitarios; las  zonas agrícolas en diversos estados tales como Lara, Guárico, Portuguesa, Miranda, Mérida, Zulia, los ríos de prácticamente todo el norte del país, etc. 

Aunque no vivamos en la cercanía de las zonas más contaminadas del país la contaminación y sus efectos te podrá alcanzar en el agua, en el alimento o en el aire.

Necesitamos limpiar nuestra casa-país y convertirla en un lugar sano y seguro para todos, pero principalmente para nuestros hijos.

Y apareció el que nadie había llamado: El cambio climático

Venezuela es un país vulnerable al cambio climático. Sus efectos actuales y futuros pueden poner en peligro el desarrollo nacional si no se toman las medidas para mitigarlos. Se prevé que el cambio climático  afecte la producción agrícola y pesquera, reduzca la disponibilidad de agua, facilite la expansión de enfermedades transmitidas por vectores y aumente el riesgo de desastres producto de eventos meteorológicos extremos.

Mucha gente cree que este fenómeno ocurrirá dentro de mucho tiempo, pero lo cierto es que ya está afectando al país y sus efectos se sienten en el aumento de los períodos de baja precipitación, aumento de las temperaturas promedios y la aparición de enfermedades transmitidas por vectores en lugares en que antes no había sido reportado.

Venezuela debe prepararse para los cambios generados por el cambio climático, para ello necesita establecer planes para atender los cambios que se vayan dando y generar alternativas tanto económicas como sociales para las nuevas condiciones.

Pero hay un elemento adicional que actúa como un daño colateral del cual el país debe protegerse: el cambio climático está induciendo una transformación global hacia economías menos dependientes de los combustibles fósiles. En tal sentido como país petrolero debemos promover un proceso de cambio ordenado de la economía de tal manera de hacerla cada vez menos dependiente de la explotación de estos combustibles.

¿Y entonces que hacer?

Más allá de algunas acciones técnicas que el país debe acometer, es necesario revalorizar el tema ambiental como un componente fundamental del desarrollo nacional. El mismo tiene que estar a la par de los sociales y económicos. No habrá avances posibles si no está garantizado el derecho al agua potable, con graves riesgos ambientales a la salud y seguridad de las personas, sin seguridad alimentaria debido a la destrucción de los sistemas de sustentación ambiental, ni bajo la amenaza del cambio climático. 

Para avanzar en este sentido, será necesario que los distintos niveles de gobierno, los partidos políticos, las instituciones educativas, sindicatos y gremios profesionales, en conjunto con toda la sociedad, empujen juntos por un futuro ambientalmente sano y seguro para todos.

No hacerlo será costoso en vidas y desarrollo. Peor aún será oír los cantos de sirena que nos prometen la riqueza fácil y la felicidad total destruyendo nuestro patrimonio natural y los ecosistemas vitales en aberrantes sueños de oro, diamantes y coltán que sólo servirán para alimentar la codicia y el lucro irresponsable.
Al final, si nos preguntan si vale la pena preocuparse por el ambiente, la respuesta es negativa. No debemos preocuparnos, debemos ocuparnos de él y hacerlo de manera urgente.