miércoles, 21 de abril de 2021

El Acuerdo de Escazú una necesidad para defender los derechos humanos ambientales en Venezuela

 


¿Has oído hablar del Acuerdo de Escazú aquí en Venezuela? ¿Sabes de qué se trata? ¿Sabes por qué en Venezuela el gobierno no habla de ese tratado internacional de derechos humanos?

Comencemos diciendo que hoy 22 de abril de 2021, en el contexto del Día de la Tierra, entrará en vigencia el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú.

¿De qué trata ese Acuerdo?

Este tratado internacional de derechos humanos tiene como objetivo garantizar la implementación plena y efectiva en América Latina y el Caribe de los derechos de acceso a la información ambiental, participación pública en aquellos procesos de toma de las decisiones en entorno ambiental y al acceso a la justicia en el ámbito ambiental. 

Adicionalmente, incluye disposiciones específicas para que los Estados protejan a los defensores y defensoras de derechos humanos en materia ambiental e incorpora un enfoque de derechos para pueblos indígenas y poblaciones en situación de vulnerabilidad, con disposiciones para favorecer el acceso de estos grupos al acceso a la información, la participación y el acceso a la justicia.

Para lograr estos objetivos el Acuerdo establece que los Estados deberán implementar medidas orientadas a mejorar su institucionalidad, mecanismos para administrar su información, optimizar procedimientos de toma de decisiones incorporando, además, enfoques de interculturalidad y género, y potenciar la administración de justicia para la prevención y atención de daños ambientales o derechos ambientales.

¿Y Venezuela?

El proceso de desarrollar este Acuerdo fue bastante largo. El mismo se inició en el año 2012 en el contexto de la Cumbre de Río +20. En la misma, un grupo de países de América Latina y el Caribe suscribieron a la Declaración sobre la Aplicación del Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo

El Principio 10 forma parte de la Declaración de Río y establece que el desarrollo sostenible es mucho más factible si los ciudadanos tienen acceso a información, a mecanismos de participación y a procesos judiciales adecuados en temas ambientales que les afectan.

Ya desde ese momento el gobierno de Venezuela decidió no participar en ese proceso. Hasta este momento no existe información sobre las razones específicas para ello. Cuando consultamos en una ocasión a una funcionaria de alto nivel del Ministerio de Ecosocialismo, su respuesta fue: “Esa es una decisión política”.

A partir de ese momento los países que formaron parte de ese proceso iniciaron un largo y difícil proceso de negociación. Muchos países tenían dudas sobre cómo ese tratado podía afectar intereses económicos de los gobiernos. A la vez que podían ser señalados como violadores de derechos humanos debido a los asesinatos y persecuciones que sufren los defensores y defensoras de derechos ambientales  en la región.

El proceso logró avanzar debido al esfuerzo de un grupo importante de organizaciones de la sociedad civil de Latinoamérica, que con el apoyo de organizaciones internacionales lograron crear la presión política suficiente como para avanzar hasta que se logró un acuerdo definitivo. 

En marzo de 2018 en la localidad de Escazú en Costa Rica finalmente se logró consensuar un texto definitivo. En ese momento firmaron 24 países de América Latina y el Caribe. 

Este logro estuvo a punto de perderse, ya que varios de los países firmantes decidieron no ratificar ese instrumento. En otros países, los pesados laberintos de las burocracias Estatales y las difíciles negociaciones políticas hicieron muy lento el proceso de ratificación. 

A pesar de ello, con el trabajo de muchas organizaciones de la sociedad civil se logró alcanzar la meta de que al menos doce países lo ratificaran, número suficiente como para que el instrumento pudiera entrar en vigencia.

En este momento, los países que lo han ratificado son: Antigua y Barbuda, Argentina, Bolivia, Ecuador, Guyana, México, Nicaragua, Panamá, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía y Uruguay.

Quizás sea innecesario decir que el gobierno venezolano no sólo no participó en este proceso, sino que ignoró todo llamado a que participara en el mismo.

¿Cómo nos afecta que Venezuela no forme parte de ese Acuerdo?

Los informes de las organizaciones que en Venezuela defienden el derecho de toda persona de buscar y recibir información en poder del gobierno establecen que en Venezuela la censura y la opacidad informativa son políticas de Estado.

En tal sentido, los venezolanos caminamos a ciegas en relación con una cantidad de situaciones ambientales en las cuales no tenemos ninguna información. Muchas de ellas fundamentales para el desarrollo social y económico del país, incluso para la salud de la población. 

En el país desconocemos totalmente temas como la disponibilidad y calidad del agua en cada localidad del país, los niveles de contaminación del aire, las previsiones sobre los cambios en los patrones meteorológicos, los procesos de ordenación territorial, las políticas para la conservación de la biodiversidad, las estrategias para prevenir los efectos del cambio climático, etc.

Sin esa información es imposible lograr el desarrollo social y económico del país. Sin acceso a la participación los procesos de tomas de decisiones estas serán siempre arbitrarias y dependerán únicamente de la discrecionalidad de los funcionarios y las presiones de los intereses económicos. Quizás esta última es la verdadera razón detrás de la negativa del gobierno de Venezuela a asumir esas obligaciones.

Pero quitarnos esos derechos es condenarnos a la pobreza y el derecho a construir nuestro futuro.

Por eso, lograr que Escazú sea asumido por Venezuela y los venezolanos debe ser nuestra bandera.

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Si están interesados en tener acceso al documento del Acuerdo lo pueden conseguir en este enlace

lunes, 22 de marzo de 2021

Manifiesto por nuestros derechos frente a la emergencia climática en Venezuela

 


En el marco de la reciente movilización mundial por el clima, 92 organizaciones de la Sociedad Civil, empresas, universidades y 108 personas, apoyamos el presente documento:

Dando continuidad al llamado que hicimos en septiembre de 2019, cuando presentamos la Declaración de Emergencia Climática para Venezuela, las organizaciones y personas abajo firmantes apoyamos el presente manifiesto:

Nosotros jóvenes, activistas y sociedad civil venezolana en general, hacemos un llamado por la protección de nuestros derechos frente a los problemas ambientales y la emergencia climática que se agudizan con la emergencia humanitaria compleja.

La grave crisis que vivimos en Venezuela está acelerando el uso indiscriminado de nuestros recursos naturales, sin tomar en cuenta que con estas acciones se vulneran derechos, principalmente el derecho a la vida, a la salud y a un ambiente sano, de las generaciones presentes y futuras. 

La deforestación masiva, carente de planificación y control técnico en zonas rurales y urbanas para paliar la crisis de gas, está destruyendo nuestros bosques. Asimismo, es muy preocupante la permanente violación de los planes de ordenamiento y reglamentos de uso de nuestros parques nacionales y zonas protegidas, por parte de organismos públicos y empresas privadas. 

La política extractiva minera promovida por el Estado Nacional como alternativa al rentismo petrolero, está provocando la contaminación de nuestras principales reservas de agua dulce. La minería vulnera de manera inmediata los derechos de los pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales, y los expone a situaciones de violencia que han sido denunciadas en múltiples ocasiones. Además, la deforestación asociada con esta política puede provocar un aumento en las épocas de sequía y en las temperaturas proyectadas para el país, al degradar los bosques y las cuencas hidrográficas, afectando también la resiliencia de los ecosistemas. 

Es hora de tomar conciencia de que la verdadera riqueza de nuestro país es su capital natural y cultural. Entre los diferentes paisajes, bosques, ríos y diversidad biocultural resalta la región Amazónica, la cual cumple un rol fundamental en la regulación del clima, y a medida que avanza su destrucción nos acercamos a un punto de no retorno en el clima del planeta.

Entre el 01 y el 12 de noviembre del presente año se realizará la COP26. Este evento global representa una nueva oportunidad para que los países y grandes compañías del mundo asuman compromisos reales para frenar la crisis climática. El llamado que hacen los jóvenes y activistas del movimiento internacional Fridays For Future es “No más promesas vacías”. Y en Venezuela es mucho lo que tenemos que decir respecto a ese reclamo, también en materia de cambio climático.

Exigimos al Gobierno Nacional que cumpla con los acuerdos internacionales. Pero es necesario ir más allá: se requieren medidas para atender los graves problemas ambientales y la crisis de servicios, especialmente de agua que tenemos en el país. Si no se atienden estos problemas, nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático será cada vez mayor. 

La emergencia climática debe ser atendida como lo que es: una emergencia. Como tal, requiere medidas urgentes. Pero al mismo tiempo se necesitan acciones a mediano y largo plazo. Como país debemos hacer cambios radicales en la concepción de nuestra relación con la naturaleza y con la vida. Y para ello es fundamental trabajar en la educación para la sostenibilidad de niños y jóvenes, para que nuestras generaciones futuras asuman los retos que plantea la crisis ecológica y climática global. En este sentido ya contamos con iniciativas muy valiosas. Es necesario darles mayor apoyo y convertir la educación ambiental y climática en política pública.

Para atender este conjunto de situaciones se requiere la acción responsable y articulada entre el Estado, academia, sociedad civil y sector privado. Sólo la actuación consciente y conjunta nos permitirá construir un futuro donde no solamente se respeten los derechos humanos, sino donde sea posible trabajar por el reconocimiento de los derechos de la naturaleza.

Finalmente, hacemos un llamado al Gobierno Nacional para que tome medidas urgentes en materia ambiental y de cambio climático, y a la sociedad venezolana en general, para que sigamos trabajando en la construcción de soluciones y en acciones por nuestros derechos ambientales y por el clima. Venezuela tiene enormes potencialidades para afrontar la emergencia climática, depende de nosotros transformarlas en condiciones dignas para la vida de nuestras generaciones presentes y futuras.

19 de marzo de 2021


Organizaciones y empresas que suscriben el manifiesto

  1. A.C. Consorcio, Desarrollo y Justicia
  2. Acceso a la Justicia 
  3. ACCSI Acción Ciudadana Contra el SIDA
  4. Aclama
  5. Alianza para la Acción Climática - Venezuela 
  6. Amantes de la Naturaleza
  7. Amigos del Lago de Maracaibo
  8. Amnistía Internacional Venezuela
  9. Arboreus Derechos Humanos AC
  10. Asociación Civil Asamblea de Educación
  11. Asociación Civil Juntos por Caroní
  12. Association Watunna Venezuela 
  13. Aula Abierta
  14. AULA TIDEs UN SDGs Action 2030 Agenda Education and Programming 
  15. Caminatas Conscientes
  16. CAMPO
  17. Caracas Ciudad Plural
  18. Caracas Sostenible
  19. Centro de Desarrollo Humano Sustentable UVM
  20. Ciclovías Maracaibo
  21. Clima21 - Ambiente y Derechos Humanos
  22. Colectivo de Montañismo Ecológico Tatuy
  23. Comisión de DDHH del Estado Monagas de la FCAV
  24. Comisión Nacional de Derechos Humanos de la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela del Estado Lara
  25. Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez)
  26. Comunidad Indígena Los Wuanai
  27. Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional 
  28. Convite AC
  29. Crea País
  30. Defensa en Acción 
  31. Defiende Venezuela 
  32. Dirección de Sustentabilidad Ambiental - UCAB
  33. EDEPA A.C.
  34. EXCUBITUS Derechos Humanos en Educación
  35. Federación Ambientalista Internacional
  36. Festiverd- Festival Internacional de Cine y Video Verde de Venezuela
  37. Fundación Agua Sin Fronteras
  38. Fundación Aguaclara
  39. Fundación Ángeles de Luz
  40. Fundación Avista
  41. FUNDACION BASURA CERO
  42. Fundación de Egresados UNET
  43. Fundación de lucha contra el cáncer de mama, FUNCAMAMA
  44. Fundación Desarrollo Sustentable de Venezuela
  45. Fundación Dos Aguas
  46. Fundación El Zulia Recicla
  47. Fundación Grupo De Apoyo A Todo Pulmón Venezuela
  48. Fundación INCIDE. Cumana
  49. Fundación Lucelia
  50. Fundación Pequeños Guardianes del Ambiente (FUNPEGUAM)
  51. Fundación Tierra Viva
  52. Geografía Viva
  53. GobiernaTec 
  54. Hearts On Venezuela
  55. Instituto Progresista
  56. Invesp 
  57. Juena
  58. Juventud Unidad en Acción
  59. LACEMOS
  60. La papelera tiene hambre
  61. Labo Ciudadano
  62. Más Acciones Más Planeta (Programa Radial)
  63. Mesa Ambiental Nacional (MAN)
  64. Monitor Social AC
  65. Movimiento Ciudadano Dale Letra
  66. Movimiento Ecofeminista Hermanas Naturales
  67. Movimiento Ecológico de Venezuela
  68. Movimiento SOMOS
  69. Observatorio Guayana Sustentable
  70. Organización Indígena Wainjirrawa
  71. Phynatura A. C.
  72. Plataforma contra el Arco Minero
  73. Posada La Arcadia
  74. PROMEDEHUM
  75. Red de Organizaciones de Derechos Humanos del Estado Anzoátegui REDHANZ
  76. Red de Organizaciones Vecinales
  77. Resonalia.org
  78. Service Quality 9000, C. A
  79. Servicio comunitario UCAT
  80. Sinergia, Red de Organizaciones de Sociedad Civil
  81. StopVIH
  82. Sur del Orinoco
  83. Sustentable.ve
  84. The Norwegian Venezuelan Justice Alliance 
  85. Todos Ciudadanos 
  86. Todos por el Futuro
  87. Un día más
  88. Un Mundo Sin Mordaza
  89. Unión Afirmativa
  90. Veo Aves Falcón
  91. Verdelatierra
  92. Women Empowerment Laboratory (WELab)


Personas que suscriben el manifiesto

  1. Adriana Pérez Piegard
  2. Alejandro Álvarez Iragorry
  3. Alejandro Cattini
  4. Ana Cecilia Vega Padilla
  5. Anaurora Yranzo Duque
  6. Andreina F. Aguirre-Marcano.
  7. Angel Velasquez
  8. Ángel Zambrano Cobo
  9. Angie Salcedo
  10. Anna Sartorio
  11. Antonio Alfonzo
  12. Antonio De Lisio 
  13. Auristela León
  14. Antonio Garcia
  15. Beatriz Yilo 
  16. Belkis Rojas Trejo
  17. Carlos Alvarado Sánchez
  18. Carlos Colina
  19. Carlos Ilich Salazar García
  20. Carlos Peláez 
  21. Carolina Aguirre
  22. Carolina Cabezas
  23. Carmen Huisa
  24. Claudia Saturno
  25. Dalia Fernanda Márquez Añez
  26. Daniel Peypouquet 
  27. Dinora Guerra
  28. Dorixa Monsalve
  29. Eleuterio Benítez
  30. Eliana Blanco Pérez
  31. Elisa Rodríguez 
  32. Ernesto Pulgar
  33. Estrella Villamizar
  34. Faruk Bagdah
  35. Feliciano Reyna Ganteaume
  36. Florencia Cordero
  37. Francisco Blavia
  38. Francisco González Cruz
  39. Gabriel Volcanes 
  40. Gaizkale Garay
  41. Galaxia Garrillo 
  42. Geovanni Siem
  43. Gladys Mogollón 
  44. Guillermo Ascanio
  45. Gustavo Bencomo
  46. Gustavo Veitía
  47. Héctor Luis Ordaz
  48. Herzeleide Torres 
  49. Hildebrando Arangú
  50. Israel Niño
  51. Ivan Enrique Leon Garcia 
  52. Jacqueline Pérez
  53. Jau Ramírez
  54. Jeannette Pérez Benítez 
  55. Jesús Castillo
  56. José Luque
  57. José Rafael González Martínez 
  58. Juan Berríos Ortigoza
  59. Juan Carlos Merchán
  60. Juan Carlos Sánchez M.
  61. Juan José Cárdenas 
  62. Karelis Herrera
  63. Karla Ávila Morillo
  64. Karla Sofía Tovar Bello 
  65. Kellys Garcia
  66. Liliana Espitia Perdomo
  67. Lisbeth Bethelmy
  68. Litza Pinto
  69. Luis Francisco Cabezas 
  70. Luis Francisco Reyes
  71. Luisa Pernalete
  72. Luisa Rodríguez Táriba
  73. Luzaren Rivera 
  74. Manuel Abreu
  75. Marco Aurelio Hernández Bethermy
  76. María Andreina González Trenard
  77. María Angélica González Márquez 
  78. María Eugenia Marcano
  79. Maria Carolina Ronpedrique
  80. María Fernanda Durán 
  81. Maria Lander 
  82. María Suárez Luque
  83. Maria T Pasquier 
  84. María Teresa Sánchez R 
  85. María Yelithza Colina Bernal
  86. Maribel Piñango 
  87. Mario D’Andrea 
  88. Mayra Rincón
  89. Mercedes Diez Negrillo
  90. Mirian Urribarri
  91. Ninoska González
  92. Rafael Melo
  93. Rafael Ravelo
  94. Rigoberto Lobo
  95. Rita Marin M.
  96. Roberto Egañez
  97. Robzayda Marcos
  98. Rocío San Miguel 
  99. Ruben Hurtado Maldonado
  100. Sonia Zapata
  101. Vanessa Salas
  102. Verónica Arvelo
  103. Vicente Rodríguez Reggeti 
  104. Vilisa Morón Zambrano
  105. Vivían Vivas
  106. Yaritza Castillo 
  107. Zidy Bastardo
  108. Zuleima Martínez


lunes, 12 de octubre de 2020

Una carta desde la Amazonía: uno destruye lo que no entiende


IMAGEN: CARL DE SOUZA / AFP


Por la enorme importancia que representa la Amazonía y los pueblos que la habitan para todos los ciudadanos tanto de los países amazónicos como de todo el mundo se transcribe esta carta que envía la líder del pueblo waoran Nemonte Nenquino a los presidentes de los países amazónicos. 

Tomado del País de España, para ir a la fuente original  marque aquí

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 A los señores presidentes de los nueve países de la Amazonía y a todos los líderes mundiales que comparten la responsabilidad del saqueo de nuestra selva: 

Me llamo Nemonte Nenquimo. Soy una mujer waorani, una madre y una líder de mi pueblo y la Amazonía es mi casa. Les escribo esta carta porque los incendios siguen quemando nuestra selva. Porque las compañías están derramando petróleo en nuestros ríos. Porque los mineros están robando oro (como lo han estado haciendo durante los últimos 500 años) dejando atrás piscinas abiertas y toxinas. Porque los invasores y extractivistas de tierras están talando los bosques vírgenes para que su ganado pueda pastar, sus plantaciones puedan crecer y el hombre blanco pueda comer. Porque nuestros ancianos están muriendo de coronavirus y, mientras, ustedes planean sus próximos movimientos para explotar nuestras tierras y estimular una economía que nunca nos ha beneficiado. Porque, como pueblos indígenas, estamos luchando por proteger lo que amamos: nuestra forma de vida, nuestros ríos, los animales, nuestros bosques, la vida en la Tierra. Y es hora que nos escuchen.

En cada uno de los cientos de idiomas diferentes de la Amazonía, tenemos una palabra para ustedes, los extraños. En mi idioma, el WaoTededo, esa palabra es “cowori”. Y no tiene por qué ser un insulto pero ustedes la han convertido en eso. Para nosotros esa palabra (y, de una manera terrible, su sociedad), significa: El hombre blanco que sabe muy poco para el poder que ejerce y el daño que causa.


Probablemente no estén acostumbrados a que una mujer indígena les llame ignorantes y, menos aún, en un escenario como este. Pero los pueblos indígenas tenemos algo claro: cuanto menos sepas sobre algo, menos valor tiene para ti y es, por lo tanto, más fácil de destruir. Y por fácil, quiero decir: sin culpabilidad, sin remordimientos, sin sentirse estúpidos e, incluso, con todo derecho. Y esto es exactamente lo que nos están haciendo a nosotros como pueblos indígenas, a nuestros territorios de selva tropical, y también al clima de nuestro planeta. 


Nos llevó miles de años conocer el bosque de la Amazonía. Entender sus formas, sus secretos, aprender a sobrevivir y prosperar con ella. Pero mi pueblo, el waorani, solo les conoce a ustedes desde hace 70 años (fuimos “contactados” en los años 50 por los misioneros evangélicos americanos), pero aprendemos rápido y ustedes no son tan complejos como lo es la selva. 


Cuando ustedes dicen que las compañías petroleras tienen maravillosas y nuevas tecnologías que pueden extraer el petróleo de debajo de nuestras tierras como los colibríes chupan el néctar de una flor, sabemos que están mintiendo porque vivimos río abajo de los derrames. Cuando dicen que la Amazonía no se está quemando, no necesitamos de imágenes de satélites para probar que están equivocados: nos ahogamos con el humo de los frutales que nuestros antepasados sembraron hace siglos. Cuando ustedes dicen que están buscando urgentemente soluciones climáticas y sin embargo continúan construyendo una economía mundial basada en la extracción y la contaminación, sabemos que están mintiendo porque somos los más cercanos a la tierra, y los primeros en escuchar sus llantos. 


Nunca tuve la oportunidad de ir a la universidad y convertirme en médica, o abogada, política o científica. Mis “pikenani” (autoridades tradicionales, ancianos sabios) son mis maestros. El bosque es mi maestro. Y he aprendido lo suficiente (y hablo mano a mano con mis hermanos y hermanas indígenas de todo el mundo) como para saber que han perdido el rumbo, que tienen un problema (aunque todavía no lo entiendan del todo) y que su problema es una amenaza para toda forma de vida en la tierra.


Forzaron su civilización sobre la nuestra y miren ahora donde estamos: pandemia global, crisis climática, extinción de especies, y, guiándolo todo, una pobreza espiritual generalizada. En todos estos años han estado sacando, sacando, y sacando de nuestras tierras y no han tenido el coraje, o la curiosidad, o el respeto suficiente para conocernos. Para entender cómo vemos, y pensamos, y sentimos, y lo que sabemos sobre la vida en esta tierra. Tampoco puedo enseñárselo ahora con esta carta. Pero lo que sí puedo contarles tiene que ver con miles y miles de años de amor por este bosque, por este lugar. Amor en el sentido más profundo de la palabra: respeto. Este bosque nos ha enseñado a caminar ligeramente, y porque le hemos escuchado, porque hemos aprendido de él y le hemos defendido, nos lo ha dado todo: agua, aire limpio, alimento, medicinas, felicidad, espiritualidad. Y ustedes están quitándonos todo esto, pero no sólo a nosotros, sino a todas las gentes del planeta y a las generaciones futuras. 


Es de madrugada en la Amazonía, justo antes del amanecer: un momento que, para nosotros, está destinado a compartir nuestros sueños y nuestros pensamientos más profundos. Así que aprovecho para decirles a todos ustedes: “La Tierra no espera que la salven, espera que la respeten. Y nosotros, como pueblos indígenas, esperamos lo mismo”. 


Nemonte Nenquimo es cofundadora de la organización sin fines de lucro dirigida por los indígenas Ceibo Alliance, la primera presidenta de la organización waorani de la provincia de Pastaza (Ecuador). La revista Time la eligió como una de las 100 personas más influyentes de 2020.

lunes, 17 de agosto de 2020

FUEGO EN LAS UNIVERSIDADES VENEZOLANAS

 

Incendio en la Biblioteca de la UDO


Diversos amigos me han preguntado por las causas del incendio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oriente, evento más reciente en una cadena de destrucción que incluye el incendio de la Biblioteca y el Aula Magna de esa universidad,entre otros daños. Ellos se preocupan y preguntan sí son hechos aislados.

Tristemente no es así.

Las Universidades venezolanas principalmente aquellas que representan el modelo de la institución autónoma, abierta y democrática han estado bajo un ataque sistemático y constante desde hace varios años. Un proceso que ha tenido características de un patrón tan persistente, metódico y que no es posible pensar en otra cosa sino que sea deliberado.

El método de destrucción usual es el estrangulamiento presupuestario. Instituciones que deben literalmente sobrevivir de sobras de un presupuesto muy por debajo de lo mínimo necesario para un funcionamiento decente. Asimismo, la descalificación y desprecio del personal docente a través de sueldos literalmente de hambre.

Por ello, las universidades van resistiendo sin ninguna capacidad de realizar nada más allá de la docencia en condiciones  muy precarias: Ésta realizada sin servicios (agua, electricidad, Internet, etc.) bibliografía, laboratorios , ni materiales, con instalaciones cada vez más desmanteladas, donde el cambio de un simple bombillo quemado o el arreglo de un baño dañado es una imposibilidad.

Por supuesto la investigación universitaria es una utopía. Sin financiamiento, apoyo o posibilidades de contacto directo con colegas en el exterior. 

Bajo ese contexto muchas instituciones van cayendo en un marasmo administrativo que se refleja en la desesperanza y la perplejidad de la mayor parte de la comunidad universitaria . Situación que sólo se ve punteada por los efectos heroicos de pequeños grupos de docentes, estudiantes y empleados que tratan de mantener el espíritu y misión de esas instituciones.

Pero ese listado de horrores dignos de un nuevo infierno de Dante no parece ser suficientes. Sobre ella se ha instalado un continuo saqueo, vandalismo y destrucción de las instalaciones universitarias. 

Las más afectadas han sido las universidades autónomas: UCV, ULA, LUZ, UC y la que ha recibido el daño mayor la UDO.

Otras universidades  también han sido golpeadas, pero nunca en la magnitud que lo han sido las autónomas.

En criminología se dice que un asesinato que presenta características atroces muy raramente es producto de un encuentro infortunado con un delincuente que no quiere dejar testigos o que la víctima enfrentó. Por lo contrario, suelen ser la consecuencia del odio y sed de venganza por parte del asesino. 

El dolor y la rabia aumentan cuando vemos las reacciones siempre tardías e insuficientes de las autoridades que tienen la obligación de proteger esos bienes que son de la Nación. Y por supuesto su total reluctancia a condenar de manera clara y contundente la destrucción y mucho menos a comprometerse a reconstruir y recuperar los bienes dañados.

Cuál será el efecto a largo plazo de esta guerra contra las universidades. Para regiones tan desasistidas como el Oriente del país la condena al subdesarrollo y a la pobreza al no contar con el ente regional que estudiaba y comprendía sus situaciones y planteaba soluciones válidas.

Para el resto del país, la consecuencia es el declive de las últimas instituciones democráticas, abiertas y tolerantes a todas las corrientes del pensamiento. Instituciones que han sido bastiones de resistencia a la imposición de los mecanismos de control y opresión. Un clavo más en el ataúd de la democracia.

Adicionalmente, desde hace años se conocía que la mayor cantidad de información científica en temas ambientales provenía de las universidades venezolanas. Sin este insumo, todo intento de planificar un cambio para el país es un ejercicio de fantasía.

Personalmente me afecta de manera íntima y dolorosa. Muchas personas queridas y que admiro son parte de la comunidad universitaria venezolana y me duele su estado de absoluta precariedad, sobre todo frente al monstruo de la hiperinflación que sufre el país.

Qué hacer es siempre la pregunta. Lo primero es jamás callar y olvidar estas situaciones y condenar de manera tajante esta barbaridad. En todas las situaciones de injusticia en el mundo ella incrementa cuando las olvidamos.

Igualmente a los venezolanos de todo el mundo y personas de buena fe en todas partes denuncien esta situación en todas las circunstancias que les sea posible. Los que trabajan en universidades hablen en sus instituciones lo que está pasando en Venezuela.

Pueden contactar con personas en las universidades más afectadas y coordinar con ellos formas de ayudar o también apoyar  a las organizaciones de derechos humanos que vienen denunciando en las instituciones regionales o globales lo que está pasando.

Pero sobre todo no los ignoren. Ignorar la injusticia es una forma mayor de injusticia.

No las dejemos solas.

#YoDefiendoLaUniversidadVenezolana #SOSUniversidadesVenezolanos #SOSUDO





jueves, 16 de abril de 2020

Posición de las redes climáticas de América Latina ante la pandemia de COVID-19


Tomado de: https://latinclima.org/

Compartimos este pronunciamiento de las redes climáticas de América Latina el cual apoyamos y subscribimos en su totalidad.


Ante la pandemia del COVID-19 y la crisis climática

Frente la emergencia que vive actualmente el mundo por la pandemia del COVID-19, que también afecta a nuestra región de América Latina y el Caribe, y tomando en cuenta la necesidad urgente de seguir actuando frente a la crisis climática, el Clik Hub, un Centro de Conocimiento Climático integrado por 19 redes de acción climática, manifiesta lo siguiente:

La relación entre cambio climático y aumento de enfermedades transmitidas entre animales y humanos es más evidente que nunca: la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el cambio en el uso de la tierra debido a la deforestación es el principal impulsor de la aparición de nuevas enfermedades en humanos. Y, según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID),  casi el 75% de todas las enfermedades nuevas, emergentes o reemergentes que afectan a los humanos desde principios del siglo XXI son transmitidas de animales a seres humanos.

El cambio en la temperatura media global tiene, además, un efecto en las relaciones entre depredadores y presas, que históricamente han mantenido bajo control a las plagas portadoras de patógenos, como ratones, mosquitos y virus, por lo que estos están en más movimiento que nunca en la era del cambio climático.

Asimismo, existe evidencia de que la aglomeración urbana, la pobreza y el hacinamiento en viviendas precarias sin servicios de agua potable y saneamiento, así como la contaminación del aire en las ciudades - una consecuencia del uso de combustibles fósiles - hace que millones de personas en América Latina sean más vulnerables al COVID-19, ya que representan grupos de riesgo al no contar con las condiciones higiénicas adecuadas y tener sistemas respiratorios comprometidos.

La pandemia del COVID-19 ha dejado, entonces, más claro que nunca que la salud humana y la salud planetaria están íntimamente interconectadas. Si no actuamos frente al cambio climático, estamos atentando contra nosotros mismos en cuanto al número y la gravedad de las epidemias y pandemias. Si no fortalecemos nuestros sistemas de salud y mejoramos las condiciones para responder a ambas, estamos condenando a las personas a morir.

En condiciones de emergencia, la inequidad es consecuencia de no contar con economías resilientes e inclusivas y eso debe atenderse: pese a que los gobiernos están tomando distintas medidas para que la pandemia no se expanda de forma exponencial, se amplían las inequidades y brechas sociales preexistentes, dejando a la población más vulnerable aún más expuesta al contagio por su necesidad de obtener el sustento diario. Lo mismo sucede con los impactos del cambio climático. De ahí que tanto los gobiernos como la cooperación internacional deben priorizar el destino de los recursos financieros para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones en riesgo.

La reconstrucción de las economías debe estar basada en principios de producción y consumo sostenibles: la prevención de enfermedades y la mitigación y adaptación al cambio climático deben ir de la mano. El sistema económico debe estar basado en principios de producción y consumo sostenible, así como valorar los servicios que brindan los ecosistemas. De esta crisis debe surgir un nuevo modelo que proteja la salud de las personas y el ambiente de forma justa y equitativa.

La acción local es clave para una transformación a gran escala: desde los gobiernos locales es necesario fortalecer la acción ante la emergencia para proteger tanto la salud pública como para enfrentar la crisis climática de una forma efectiva.

Debemos avanzar hacia una sociedad más y mejor informada: periodistas y comunicadores deben informar de una forma responsable sobre la pandemia del COVID-19 y la crisis climática, conscientes de su papel fundamental para que la ciudadanía cuente con las herramientas necesarias para la acción. Además, deben ser responsables de no generar un pánico inmovilizador o desidia sobre el problema, de recurrir a fuentes de información calificadas y contribuir a desmentir noticias falsas.

Es momento de fortalecer la cooperación transfronteriza: invitamos, asimismo, a los habitantes de nuestra región a empujar a nuestros líderes y gobiernos a fortalecer la cooperación transfronteriza mediante un trabajo integral, transdisciplinario y multi-actor/sector, ya que se hace crucial la necesidad de atender desafíos comunes una vez pasada la crisis.

La ciencia debe avanzar en establecer los vínculos entre salud y ambiente: es de vital importancia que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) pueda avanzar en establecer los mecanismos con que los impactos ambientales y climáticos determinan la salud de la población del planeta, con el fin de prevenirlos de la mejor manera.

Debemos atender la emergencia actual sin dejar de lado la visión a futuro: las organizaciones y plataformas que integramos el ClikHub advertimos que el cambio en las prioridades de los gobiernos, dada la actual coyuntura, puede derivar en la reducción de los esfuerzos por cumplir con la meta de 1.5°C como límite de aumento de la temperatura media global respecto de los niveles preindustriales. Por lo tanto, debemos vigilar las implicaciones futuras que tendrán las decisiones de los gobiernos para reactivar sus economías y salir de la recesión.

Mientras se atiende la crisis generada por el COVID-19, la agenda climática debe no solo seguir su curso sino también acelerarse y robustecerse. Por lo tanto, hacemos un llamado colectivo a no permitir que disminuyan los esfuerzos de implementación de acciones climáticas, de incremento en la ambición de los compromisos nacionales y de movilización de financiamiento nacional e internacional para atender este problema, que es de carácter global y afecta especialmente a los grupos más vulnerables.

Creemos que un nuevo paradigma de desarrollo es posible, un desarrollo basado en el cumplimiento de los derechos humanos, donde la salud, la educación, el trabajo y el acceso a los servicios básicos esté garantizado para todos y todas y en el que hagamos un uso sostenible de los recursos naturales respetando los límites de la naturaleza. El Clik Hub, como una red de redes de acción climática de la región de América Latina y el Caribe, se compromete a trabajar para lograrlo.

Suscriben el presente pronunciamiento:

CDKN, Fundación Futuro Latinoamericano, LatinClima, Salud sin Daño, CAN-LA, ICLEI América del Sur, CITE-FLACSO, GFLAC, Plataforma MiCiudad, AdaptChile,  y ConexiónCOP.

Para ir a la página donde fue tomado este pronunciamiento marque aquí

martes, 14 de abril de 2020

Venezuela bajo fuego



Imagen tomada de la cuenta de @meteovargas


En estos momentos de mediados de abril Venezuela está literalmente bajo fuego. Desde hace varias semanas en medios de comunicación y redes sociales se reportan una enorme cantidad de incendios de vegetación que están destruyendo áreas naturales, incrementando los riesgos de que se generen daños a personas y propiedades  y aumentando los problemas de salud de la población debido a las grandes cantidades de humo que están saturando la atmósfera.

Todas esas situaciones pueden afectar de manera muy grave los derechos humanos, en particular el derecho a la vida, a la salud, a un nivel de vida digno y adecuado, así como a un ambiente sano, seguro y equilibrado.

En una imagen satelital recientemente publicada se puede ver el país atravesado por un enorme cinturón de fuego que cubre prácticamente todos los estados de la región central y oriental del país. Y esta imagen que es sólo una fotografía de la situación del país en la segunda semana del mes deja fuera los feroces incendios de vegetación que arrasaron zonas naturales en el estado Mérida, Táchira y Trujillo afectando incluso áreas supuestamente protegidas.

La magnitud de la situación hace que en proporción a su superficie el país debería tener un nivel de alerta y contingencia similar a la de Brasil el año pasado.

¿Cuál es la causa de estos incendios? 

Dejando por fuera las teorías conspiranoicas, los especialistas apuntan a dos causas que actúan simultáneamente.

La primera causa es natural. Los incendios están relacionados con la sequía meteorológica muy intensa, es decir que el nivel de las lluvias durante un período determinado resulta muy inferior a la media esperable la cual he ha afectado a todo el país en los últimos años y por lo tanto la vegetación se encuentra muy seca, por lo que fácilmente hace combustión y se expande el fuego.

La segunda es el abandono. Y en este caso abandono es el resumen de la pérdida de la capacidad del Estado para prevenir, implementar acciones de mitigación, prepararse, estar alerta y darle respuestas eficaces a los eventos que ocurran. Y más allá de ello, es el abandono de la obligación del Estado de proteger a la población contra este tipo de desastres.

 En este momento, la única acción que parece estar realizándose es el combate directo a los incendios por parte de reducidos grupos de bomberos forestales. Esos grupos de bomberos están luchando sin tener ni los equipos, logística, ni apoyo necesario para actuar eficazmente, exponiendo sus vidas en una batalla perdida de antemano, debido a la cantidad de focos de incendios y la extensión de los mismos.

Sólo piensen en que Protección Civil informó recientemente que el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo atendió más de 50 incendios únicamente en la región capital el pasado domingo 12 de abril.

En este momento, cuando adicionalmente estamos bajo la emergencia de la pandemia del coronavirus y existe un fuerte desabastecimiento de combustible y agua, estos bomberos sin botas y uniformes remendados deberían ser considerados héroes nacionales.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta situación?

Las consecuencias serán múltiples: Las primeras serán relacionadas con daños a la salud humana. En particular la inhalación de humo puede afectar a personas con enfermedades respiratorias, mujeres embarazadas y niños recién nacidos. También puede destruir o dañar zonas de producción agrícola o pecuaria, destruir propiedades y generar accidentes viales.

Asimismo, los incendios descontrolados pueden afectar de manera directa a las personas al quedar atrapadas entre las llamas. A principio de año, en Cagua, en un incendio provocado en un cañaveral murieron 11 personas entre ellos 9 menores de edad.

A mediano plazo, los incendios destruyen la vegetación que retiene los suelos principalmente en las zonas de pendientes aumentando el riesgo de derrumbes y deslaves.

También destruye y empobrece la biodiversidad local. Quizás no veamos koalas o canguros calcinados como los que fueron captados el año pasado en los incendios que asolaron Australia, pero es muy probable que miles de animales y plantas fueron destruidos o desplazados en esta temporada de incendios.

Igualmente, el fuego destruye los bosques de las  cuencas captadoras de agua aumentando el desabastecimiento de ese líquido y contribuyen con la emisión de gases de efectos invernaderos que causan el cambio climático.


¿Y qué debería estar haciéndose para evitar estos desastres?

Según la información difundida por los medios de comunicación, Venezuela cuenta con un Plan Nacional de Prevención de Incendios Forestales.

La realidad parece mostrar que también ese plan se convirtió en cenizas y humo,

En todo caso, este plan debería incluir un estudio pormenorizado de las zonas de mayor riesgo de ocurrencia de incendios en el territorio nacional. Esto es más urgente cuando el propio INAMEH declara que el  64% del territorio venezolano tiene un  riesgo muy alto de incendios forestales. Por lo tanto es muy importante saber por dónde empezar y cuáles son los sitios más críticos.

Asimismo se necesita establecer obras para la contención o mitigación de incendios tales como cortafuegos, controlar la vegetación  herbácea que pueda inflamarse fácilmente, eliminar los botaderos de basuras y controlar, y donde sea posible eliminar, las quemas con fines agrícolas.

Igualmente, se necesita generar acciones de vigilancia permanente y contar con equipos de bomberos bien entrenados, con equipos, apoyo logístico adecuado para la realización de sus tareas, así como  sistemas de seguridad en casos de accidentes. También es necesario promover el apoyo de la sociedad civil donde sea necesario.

Pero más allá de esas estrategias clásicas de gestión de riesgos de desastres. El Estado venezolano debe generar políticas y acciones eficaces para evitar el uso de la leña para cocinar suministrando bombonas de gas a la población y en aquellos lugares donde ello no sea viable llevar gas educando a la población para el uso de fogones seguros.

También se debe impedir la invasión de áreas verdes, zonas naturales y en especial Áreas Bajo Régimen de Administración Especial. Asimismo hay que eliminar los vertederos de basuras existentes y controlar la práctica de la quema de desechos tanto domésticos como agrícolas y se debe perseguir y sancionar a toda persona que haga uso del fuego con fines ilegítimos.

Para que esto tenga real efectividad es necesario que el Estado abra vías efectivas para la participación de los ciudadanos en la protección ambiental, se eduque a la población y se genere una política integral de control de los delitos ambientales incluyendo la corrupción que promueve muchos de los delitos ambientales que están en la raíz de muchos de los incendios.

Es importante reiterar continuamente: en nuestro país todos los incendios de vegetación tienen en su origen la acción humana. En estas latitudes, la posibilidad de ocurrencia de incendios espontáneos de vegetación es muy remota.

En resumen, es necesario que de manera urgente el Estado y todos los ciudadanos tomemos acción sobre esta situación, sino el futuro de nuestro país y nuestros derechos como ciudadanos  se convertirán en cenizas.

lunes, 17 de febrero de 2020

El borde inexistente de la catástrofe ambiental venezolana





Leo una noticia donde alguien declara a un periódico que "Venezuela está al borde de una hecatombe ambiental".

Ese tipo de declaraciones más que denunciar y buscar soluciones para la terrible situación ambiental que vive actualmente el país, lo que hace es confundir a los lectores y muestra el poco conocimiento sobre el ambiente que tiene el que expresó esa opinión.

Las crisis ambientales son procesos que van escalando y generando consecuencias.

No existe un lugar o situación que esté "al borde" de algo, como si estuviéramos aún a salvo siempre y cuando no demos un paso demás.

Además esa afirmación desconoce la complejidad de los diferentes temas ambientales en los diversos territorios del país, con distintos procesos desarrollándose en paralelo e incidiendo los unos sobre los otros.

Por eso, debido a la crisis ambiental que sufre Venezuela ya muchas personas viven dentro de condiciones de catástrofe ambiental.

Piensen en personas que habitan en sitios que no tienen servicio de agua desde hace varios meses (en algunos casos muchos meses) o donde nunca se recogen los desechos sólidos.

Quizás no podemos entender del todo el nivel de daño de la falta de agua. Pero podemos tratar de comprender la magnitud del desastre en este testimonio de una habitante de una zona popular del estado Carabobo:

“Pocos saben lo que significa vivir casi dos semanas sin agua. Tu vida termina degradándose completamente. Cada aspecto. Es como retroceder y dejar de ser parte de la civilización”

O también los que viven en sitios donde el aire o el alimento está fuertemente contaminado de mercurio. Lugares con niveles de concentración de mercurio tan alto que está aumentando de manera alarmante el número de personas afectadas y de niños nacidos muertos o con graves deficiencias.

Otras personas habitan en zonas que han sufrido procesos de deforestación tan severos que los ríos se están secando o donde y ya no existen los bosques que actuaban como mecanismo de estabilización de los suelos y tienen cada vez un mayor riesgo de ser afectados por un derrumbe o deslave.

Muchos otros viven en zonas inundables o cuyos suelos se desertificaron. O donde fueron agotados los recursos de la biodiversidad de los cuales dependían para su alimentación o economía.

Del primer caso hablamos de cientos de miles de personas como las que fueron afectadas en las inundaciones al sur del país en el 2018. Y cuando hablamos de afectadas queremos decir que muchísimas personas perdieron sus viviendas, cosechas, animales y sus bienes personales. La enorme mayoría eran personas muy pobres. Luego de esa situación quedaron en una situación aún peor.

En el caso de desertificación ya pueblos completos fueron abandonados al perder toda fuente de agua y posibilidad de extraer alguna cosecha de sus suelos agotados.

Por su parte, miles de personas en el estado Sucre quedaron sin capacidad de mantenerse al ir desapareciendo los recursos pesqueros de los que dependían para vivir.

En todos esos casos ¿dónde está el borde? y si esa línea existiese, ya mucha gente la sobrepasó, y cayeron al precipicio. Otros van avanzando hacia cada vez peores condiciones de vida.

Por todo ello es necesario tener cuidado con las ideas simplistas (por no decir otra cosa) sobre temas complejos. Menos unas que hagan creer que "vamos por el mal camino" pero sí se rectifica aún hay tiempo para evitar los daños.

Esta crisis ambiental está afectando de manera muy grave a muchísimos venezolanos y representa una violación masiva de derechos humanos. Aún peor, se convertirá en un importante obstáculo para que el país logre recobrar un nivel mínimo de bienestar.

Además estas frases apocalípticas generan generalmente rechazo o resignación más que acción urgente que es lo que necesitamos.

Por ello debemos unirnos todos para resistir y luchar contra un sistema construido para que un grupo de bandas criminales destruyan el país y su Naturaleza sólo por codicia y perversión.

Más adelante, será necesario iniciar programas nacionales de restauración y educación ambiental que reconstruyan los equilibrios básicos de la Naturaleza y de nuestra relación con ella.

Sólo así podremos recobrar el país próspero y responsable que necesitamos y donde ya nadie hable, ni viva en situaciones borde.